Hijo de José de Vera y María Antonia López Pintado, nació en Santa Fe, Argentina, en 1780. Realizó sus estudios superiores en la Universidad de Córdoba y en 1799 se trasladó a Chile acompañando al gobernador Joaquín del Pino, quien era casado con una hermana de su madre.
La razón del viaje era muy sencilla: en Córdoba no se daban cursos de Leyes, por lo que tenía que matricularse en la Real Universidad de San Felipe, donde estudió, simultáneamente, aquella disciplina y Teología. Alcanzó los grados de Bachiller, Licenciado y Doctor en la segunda en 1799, y el Doctorado en Leyes en 1806.
Cuando Del Pino volvió a Buenos Aires, Vera se negó a acompañarlo. Fue un activo impulsor de la revolución de la Independencia desde 1810, y asumió como representante de la Junta de Buenos Aires ante el gobierno revolucionario de Santiago. Tras la derrota de Rancagua, se exilió en Mendoza y retornó en 1817, asumiendo importantes cargos. Murió en Santiago en 1827.
Detenido por García Carrasco
Vera y Pintado inició su carrera académica en 1807, cuando se hizo cargo de la cátedra de Instituta en la Universidad de San Felipe.
En 1808 contrajo matrimonio con María Mercedes de la Cuadra y Baeza. En esa época, ya era un revolucionario y su cargo de Secretario del Cabildo le daba una importante posición política. Su participación en diversas conversaciones en las cuales se discutía la suerte de España y el derecho de los chilenos a formar -a imitación de lo que había ocurrido en la Península- una Junta de Gobierno, le valieron ser detenido por orden del Gobernador Francisco Antonio García Carrasco, junto a otros dos connotados personajes de la sociedad santiaguina: Juan Antonio Ovalle y José Antonio de Rojas. Hábilmente, Vera evitó ser embarcado hacia Lima al fingirse gravemente enfermo.
Representante de Buenos Aires
La experiencia de su detención moderó en algo sus bríos reformadores y no participó en el movimiento que terminó en la Primera Junta de Gobierno. En agosto de 1811, las autoridades de Buenos Aires decidieron nombrarlo como su representante. En el ejercicio de su cargo diplomático, logró que Chile remitiera importantes cantidades de pólvora para aprovisionar a las fuerzas trasandinas que combatían a las del Virrey del Perú.
Vera no fue complaciente con las autoridades chilenas. De ello dan prueba fehaciente todas las cartas y tramitaciones que realizó en el país, destinadas a obtener que Chile no continuase exportando trigo al Perú. Para él, la situación no podía ser más curiosa y extraña: Chile y las provincias del Río de la Plata se hallaban comprometidas en una alianza política y militar. Sin embargo, se abastecía de trigo al enemigo. Esta situación se prolongó hasta inicios de 1813, cuando estalló la guerra en el territorio chileno.
Auditor del Ejército de los Andes
Bernardo de Vera también se vio arrastrado por la ola del exilio en 1814, claro que en su caso debía retornar a su patria natal. En Mendoza fue acogido, al igual que muchos otros, por José de San Martín, quien lo nombró como su secretario y auditor de guerra.
Regresó junto al Ejército de los Andes y O’Higgins, una vez que hubo asumido como Director Supremo, le encargó la redacción de la Gaceta del Gobierno de Chile y también lo nombró en el cargo de auditor general del Ejército. Se abocó entonces a sus labores y durante todo el año 1817 fue -como dice Domingo Amunátegui, uno de sus biógrafos- el poeta oficial de la República. Al año siguiente, partió hacia Mendoza cuando a llegó a Santiago la noticia del desastre de las armas revolucionarias en Cancha Rayada.
Su confinamiento
Su confinamiento en Mendoza también está asociado a la derrota en Cancha Rayada (1818). En los días inmediatos al enfrentamiento con los realistas en ese lugar, Vera y Manuel Rodríguez enviaron una carta al militar francés Ambrosio Cramer, quien había sido separado del ejército por San Martín debido a su indisciplina. La misiva fue interceptada y sus autores fueron detenidos, pues O’Higgins pensaba -en el complicado ambiente que se había generado tras el fusilamiento de los hermanos Juan José y Luis Carrera en Mendoza- que ello podría ser el inicio de un complot en su contra.
Vera fue confinado a Mendoza. O’Higgins escribió a San Martín una carta en la que decía: «Vera no debe volver a Chile de ningún modo; porque, sobre tener la peor opinión de mala conducta, es el enemigo más decidido de usted, de mí, y de todo lo que no sea anarquía».
La primera Canción Nacional
El Libertador comprendió su decisión había sido un error y lo reparó hidalgamente, permitiendo su retorno a Chile (1819). En tierra chilena, Bernardo de Vera y Pintado recibió el encargo de componer la primera Canción Nacional. Falto de rencores, continuó relacionándose con O’Higgins como si nada hubiese ocurrido, y este último, por su parte, en 1822 lo nombró miembro de la Legión al Mérito y también lo integró al Juzgado de Imprentas.
Vera dedicó el resto de su vida a las labores académicas y políticas: fue profesor de Derecho en el Instituto Nacional y se integró al Congreso Nacional como diputado por Linares (1824-1825), alcanzando incluso la presidencia de la Cámara de Diputados.