El 18 de mayo de 1920 nació Karol Wojtyla en la pequeña localidad de Wadowice, ubicada a 50 km al suroeste de Cracovia, cerca de la frontera con Checoslovaquia, que contaba con sólo nueve mil habitantes en ese entonces. Karol fue el nombre de nacimiento de quien años más tarde se convertiría en el Papa Juan Pablo II.
Dos años antes se celebraba en Polonia el fin de una angustiosa guerra que devolvió al país su libertad.
La esperada independencia se había concretado después de cuatro largos años de lucha y, gracias a esto, el tercer hijo del suboficial de Ejército polaco, Karol Woityla, y de la profesora primaria Emilia Kaczorowska, vino al mundo en territorio nuevo, en una Polonia vuelta a nacer.
Por más de un siglo la nación eslava fue campo de partición de sus poderosos imperios vecinos: Rusia, Prusia y Austria. Pero ahora Polonia figuraba nuevamente en el mapa de Europa.
No habían pasado más de tres meses después del nacimiento de Wojtyla, cuando las tropas de la revolución bolchevique, triunfante en Rusia, llegaron a las puertas de Varsovia, capital del nuevo Estado.
La batalla fue desigual, pero los polacos resistieron y el ejército invasor tuvo que replegarse. Las fronteras de Polonia fueron sacralizadas en aquel año 20 y la última batalla fue bautizada con el nombre de «El milagro del Vistula».
Karol desde su cuna pasaba a formar parte de un momento glorioso, el renacimiento de la identidad de su patria, herencia de un pasado que costó lágrimas a generaciones completas.
Primeros años
Al bautizarlo, sus padres decidieron que el niño se llamaría Karol. Ese mismo día, un sacerdote anotó con prolija letra manuscrita el nombre del recién nacido Karol Josef Woityla.
Aún se guarda la anotación. En la misma página, más abajo, está registrada su Primera Comunión a los siete años y su confirmación a los 18, apuntada por otra mano, la de su profesor, el padre Zacher, quien ocho años después registró el día en que Karol se ordenó sacerdote, el 1 de noviembre de 1946.
El año 1978, el mismo profesor volvió a su libro de inscripciones, buscó la página más llena de todo el libro y escribió en el único espacio vacío que quedaba:
– «Ungido Papa», Karol Josef Woityla.
La familia de Karol estaba formada por su madre, su padre y un hermano mayor llamado Edmund. Anteriormente, durante la guerra, su madre había quedado embarazada, pero la niña vivió tan sólo un día.
Los Wojtyla ocupaban un piso muy modesto (aún se conserva) en la calle Koscielna, a pocos metros de la parroquia de Wa dowice. Tenía sólo dos habitaciones y una cocina, ambientes algo lúgubres y oscuros.
Para entrar había que cruzar un patio sombrío y subir una escalera de piedra que desembocaba en la puerta de la casa. En una de las habitaciones estaba la mesa del comedor que usaba Lolek (así le decían a Karol) para hacer las tareas con la ayuda de su madre.
La diversión de la familia era pasear por la plaza del mercado cuando caía la tarde; daban vueltas y saludaban a la gente con una venia. En esa época todo Wadowice iba a la plaza, se encontraban en una procesión, en un bautismo o con motivo de una boda.
En los cafés y restaurantes el tema de discusión era el futuro de Polonia y cuando no se hablaba de política, comentaban de literatura.
En 1927 Karol comenzó a ir a la escuela, y en los días de fiesta Emilia vestía a su hijo de uniforme, se colocaba un gran sombrero de ala ancha y se iban a la guarnición de Wadowice, tomados de la mano.
Cuentan algunas vecinas que muchas veces los veían acercarse desde lejos y ella, con el brazo en alto y mostrando al pequeño uniformado, gritaba desde la acera a un balcón: ¡Mi Lolek va a ser un hombre célebre!
El recuerdo de las vecinas debe situarse poco antes de 1929, pues ese año Emilia, la madre de Karol, falleció de parto. Sus hijos se enteraron de la desgracia al volver del colegio, de modo que el pequeño Lolek no pudo despedirse de ella.
En una expresión poética de gran sencillez, estampa más tarde su dolor: “Una voz cantaba más allá, en la otra habitación, y después fue el silencio».