Había una vez, una niña llamada Elizabeth, que vivía con su mamá Carolina y su papá Jaime.
Elizabeth era tierna, cariñosa, caritativa y humilde. También era linda, su piel era de color blanco, su pelo, color canela y muy largo. Tenía 10 años.
Un día, Elizabeth decidió irse al bosque para no seguir viviendo con sus padres, porque peleaban mucho.
Al llegar al bosque, ya estaba muy cansada, pero siguió su camino. En el centro del bosque, se encontró con que sólo había una casa de color azul.
Elizabeth entró a la casa y allí había dos camas, una mesa con dos sillas, dos platos, dos de cada cosa.
Como estaba muy cansada, juntó las dos camas y se puso a dormir. Cuando eran las 7:54 llegaron unos duendes, que eran los dueños de la casa. Al ver a Elizabeth se asustaron, pero no se atrevieron a despertarla.
A las 8 de la noche, Elizabeth se despertó y al verlos les explicó por qué estaba ahí. Los duendes la dejaron quedarse una semana para que descansara.
A la semana después, los duendes no querían que Elizabeth se fuera, porque se habían hecho muy amigos. Así que le pidieron que los fuera a visitar de vez en cuando.
Elizabeth siguió su camino, sin darse cuenta de que era seguida por los duendes. Al llegar al lago, se dio cuenta de que la seguían y les dijo: «¿Por qué me siguen?».
– «Porque queremos vivir contigo. ¿Nos dejas?».
– «Claro que pueden. ¿Les parece si construimos aquí la casa?».
-» Sí, aquí está bien».
Un mes después, los duendes y Elizabeth terminaron la casa. Ella les dio las gracias por ayudarla a construir la casa.
Los duendes ayudaron a Elizabeth en todo lo que necesitó y cuando cumplió los 18 años se dieron cuenta de que ella era un hada. Y desde ese momento, todos fueron felices para siempre.
Por: Cecilia Cisternas, 6° básico, 12 años.
