Un día, en una villa llamada O’sville, vivía un joven que tenía por nombre Bladimire.
Este niño no era «normal» como los demás jóvenes y niños de la villa. Podía ver a los espíritus, que no habían cruzado al otro lado, como los demás.
Un sábado en la noche, sucedió algo horrible: encontró su pieza llena de sangre. Al ver esto, el niño corrió a su cama, pues notó que había un papel que él no había dejado ahí. Entonces, leyó: «Di adiós».
En ese momento, el niño retrocedió unos tres pasos e intentó salir, pero la puerta de su pieza se había cerrado. Miró hacia su ventana, y ahí estaba el espíritu causante de esto, era una bella niña de ojos azules que se acercaba lentamente hacia él, mientras le decía: «Ven conmigo, ven».
Bladimire sentía una gran atracción por ella y se acercó para acompañarla al infierno. Entonces, ella tomó sus manos y lo besó. La respiración de Bladimire era cada vez más fuerte, su corazón palpitaba de tal manera que ni siquiera podía escuchar sus propios pensamientos. Estaba enamorado de un espíritu.
Ella de pronto le dijo: «Deja a tu familia y ven conmigo amor».
Él respondió: «Está bien, pero quiero despedirme de mi hijo».
Ella pensó: «¿Un hijo?, ¡no!, te irás conmigo».
En ese momento, la chica hizo dormir a Bladimire y se lo llevó a una casa abandonada. Allí lo mató (mientras él aún dormía) y se apoderó de su alma.
Al día siguiente, Bladimire, que aún no sabía que estaba muerto, decidió quedarse con la joven espíritu, pero sintió curiosidad sobre cuál era su nombre y le preguntó. Ella le respondió: «Rosa».
Luego, Bladimire le hizo una nueva pregunta: «¿Y cómo moriste?”.
Y ella respondió: «De la misma manera que tú».
Por: Javiera Muñoz, 11 años. De Arica, en la XV Región.