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Era una noche fría, ya casi amanecía y me desmayé. De ahí desperté en un lugar lleno de pasto, era de día estaba en un cementerio en donde un matrimonio vestido de negro se asomó a la fría lápida que estaba en frente mío puesta en el pasto tierno y húmedo.

Me quedé callada mirándolos. Ellos estaban tristes, la mujer se agachó y acarició la fría lápida, dejando en ella unas hermosas calas blancas, el hombre le dijo mi amor ya es hora de irmos y la mujer se paró, le tomó la mano a su marido y se marcharon muy de prisa.

De pronto me acerqué a la lápida y vi unas imágenes nítidas, era como si estuviera ahí, vi a una joven niña de tan solo 13 años en la cocina creo que de su casa. La veía perfectamente si no fuese tan solo por un detalle: no veía su rostro. Seguí viendo las imágenes, la niña tomó un cuchillo y se quitó la vida, ella estaba angustiada, no había nadie más en la casa, estaba sola, sola sin nadie que la entendiera. En su habitación dejó su diario sin llave a la vista del que quisiera verlo. En mis alucinaciones se veía como el viento que pasaba a través de una ventana abierta movía las páginas, caminé hasta el diario y empecé a leer la página que estaba puesta…

La vida de esa niña era incomprendible. Nadie jamás ni yo podré determinar el motivo de su acción, sólo sé que la imagen del suicidio quedó grabada en mi mente: ella estaba vestida con su pijama llorando, creo que acababa de tener las acostumbradas discusiones con sus padres, pero esta había sido distinta en todo, ella ya no aguantaba más ser el motivo o la culpable de todos los problemas, ella ya no aguantaba y no entendía el porqué del desamor de sus padres, ella no entendía qué hizo mal para que esto estuviera así, ella ya no entendía, ella ya no quería seguir en la condena de ser infeliz. Ella jamás debió haber nacido, ella sólo fue una víctima más de todo lo que nunca hizo, pero de todo lo que la culparon. Agarró el cuchillo y se puso a llorar, se quitó la vida y para cuando llegaron sus padres el piso estaba todo ensangrentado, rojo, como el amor que nunca recibió de sus padres. Lo intentaron todo, pero su cuerpo frío jamás volvió a ser el de antes. Ella murió.

Después como que todo volvió a la normalidad y dejé de ver esas imágenes, me acerqué a la lápida para ver, sin saberlo, que mi nombre estaba escrito ahí.

Me acordé de todo lo que había pasado aquella noche, cuando supuestamente me había desmayado; pero no era así, yo me había suicidado, ahora estaba muerta y me daba cuenta de la culpabilidad de mis padres, pero no me importaba pues ahora ya no estaba y no estaría jamás y todo por su culpa, todo sin remedio alguno porque nunca supieron apreciarme, nunca supieron cuán importante era yo, nunca supieron amarme.


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