Desde que los aventureros españoles desembarcaron en tierra firme centroamericana y comenzaron a descender hacia el sur, el reflejo del dorado imperio asentado en territorio del Perú les fascinaba.
Vasco Núñez de Balboa había planificado ya que esta empresa sería suya, pero como su suerte termino en el cadalso, otros retomaron su iniciativa. Fue así como Francisco Pizarro se asoció con Diego de Almagro y el cura Hernando de Luque, para avanzar hacia el sur.
En conquista del Perú
Antes que nada demos un rápido vistazo para ver quiénes eran los osados que acometían la difícil empresa del la conquista del Perú.
Uno de ellos, Pizarro, era un español de Extremadura e hijo natural de un coronel. Durante su niñez y juventud se dedicó a hacer labores menores en los campos hispanos, hasta que un dia, en Sevilla, se embarcó rumbo a América.
Se encontraba ya en el continente en 1510 y se había destacado en algunas batallas por su valentía, constancia y vigor.
Diego de Almagro, por su parte, provenía de un pueblo de La Mancha y su origen familiar era os-curo. Todos concuerdan en señalar que era querido por sus compañeRos por su carácter franco, abierto y generoso, todo lo contrario de su socio Pizarro, de quien se dice era reservado, desconfiado y muy calculador.
No obstante estas marcadas diferencias de carácter, ambos soldados eran muy amigos y junto
con el cura acometieron la aventura aunque ya no estaban en edad de hacerlo, pues el más joven, Pizarro, había pasado ya el límite de los 50 años.
Rumbo al sur
Francisco Pizarro salió de Panamá en 1525 en una pequeña nave con cien hombres. Almagro le siguió luego con otros 60 aventureros.
El viaje de Pizarro fue duro en extremo. Eligió mal la estación y le tocó el periodo de las lluvias tropicales. Los ríos desaguaban con especial fuerza y convertían en pantano todo su rededor. Cuando intentaban internarse en terrenos en apariencia más seguros, los indigenas se mostraban hostiles a su presencia, obligándolos a retirarse.
A Almagro no le fue mejor. Habiéndose quedado muy a la zaga, tuvo que enfrentar sólo los ataques indígenas y en esa fase perdió un ojo al ser herido de un flechazo.
Reunido con Pizarro, ambos decidieron que éste se quedara con todas las fuerzas, mientras Almagro regresaba solo a Panamá, en busca de más recursos para su empresa.
La misión no era fácil, porque pocos creían en la existencia del rico imperio del sur, que la mayoría estimaba era producto de los febriles sueños de conquistadores fracasados.
Penurias del viaje
Indescriptibles penurias pasó Pizarro en la espera, hasta que siete meses después el piloto Bartolomé Ruiz llegó a recogerlo para llevarlo de regreso a Panamá. La fortaleza del conquistador se puso a prueba entonces, cuando levantándose airado señaló: «Yo pedí ayuda para seguir viaje y no para regresar derrotado».
Y trazando una línea en el suelo con su espada, agregó: «Por aquí se va al Perú a ser rico, y por allá a Panamá, a ser pobre». La mayoría de los hombres prefirió volver, pero trece decidieron acompañarlo y seguir la aventura.
Como entre los trece estaba el propio piloto Bartolomé Ruiz, Pizarro le pidió que regresara a Panamá con los desengañados y que retornara con gente decidida a seguir la empresa.
Los meses que siguieron fueron fáciles. El gobernador de Panamá no estaba dispuesto a ayudar en una aventura que parecía a todas luces incierta.
Por eso Pizarro decidió viajar a España y hablar con Carlos I para que respaldara su viaje. El 26 de julio de 1529, la reina, en nombre de su esposo, firmó las capitulaciones que aseguraban la conquista del Perú y Pi-zarro, esperanzado, regresó con la nueva a América.
Ocho años después de comenzada la aventura, en 1532, recién pudieron los socios Pizarro, Almagro y Luque realizar su proyecto con seriedad.