El skateboard nació en la década de 1970 en California. Y aunque en un principio fue una derivación del surf (tabla en el agua), a mediados de los años 70, gracias a la televisión, el cine y las revistas especializadas, que este deporte se expandió por el mundo entero. Esta es la historia oculta del skate en Chile.
Inicios del skate en Chile
Entre 1976 y 1977 el skate llegó a Chile discretamente. La primera zona en que se practicó fue en una pileta vacía en el Parque Bustamante que, por poseer un amplio espacio de cemento y paredes con transición, como olas, era ideal para los trucos que se desarrollaban en esa época: el shred (derrape de ruedas), el slalom, y los saltos de altura y largo.
Eran media docena los practicantes de skate en Chile, principalmente de Santiago, y hubo un equipo destacado integrado por los entonces adolescentes Tony Sarroca (actual socio y creativo de la agencia Simple), Felipe Fredes, Claudio y Rodrigo Izzo, que fabricaban sus propias tablas.
Entonces la prensa exacerbó el carácter peligroso de la tabla rodante o patineta, como la llamaban. Este último apelativo era una asociación libre parecida a la utilizada con marcas castellanizadas como citroneta o renoleta. Hubo incluso un movimiento de lingüistas locales que la quiso bautizar como «esqueibor».
El primer skater en Chile
El SKF-Calypso fue el primer equipo consolidado de skaters de Sudamérica. El patinetista chileno Tony Sarroca fue su líder y lo integraron Tomás Morales, Rafael Aristía, Edmundo Lecaros, el hoy conocido arquitecto Mathias Klotz y Sebastián Monckeberg, entre otros.
El 30 de noviembre de 1978, la empresa Hitman inauguró el primer y único skatepark que ha tenido Santiago. Estaba en Las Condes a la altura de Estoril. Era un hoyo o bowl, como lo llaman los iniciado, de 1.800 metros cuadrados y que podía albergar hasta 170 deportistas.
Ahí no se autorizaba la practica sin protecciones como cascos y rodilleras. En diciembre de ese mismo 1978, el skate o patineta fue nominado el deporte del año.
En esos días, los skaters tenían un aspecto similar al de los hippies. Usaban el pelo largo y poleras con shorts de colores similares a los de los surfistas californianos.
En los 80, las tablas, los trucks y las ruedas del skateboard se importaban desde Estados Unidos. Surgieron las tablas de fibra de vidrio que se vendían incluso en los supermercados.
Con la crisis económica de 1981 se cerró el skatepark de Las Condes. Sus «viudos» entonces comenzaron a practicar en rampas construidas por grupos de amigos o a deslizarse, temerariamente, en las bajadas del barrio Santa María de Manquehue (Vitacura), por La Rampa de Las Flores (Apoquindo) o en La Pirámide.
Algunos se acostaban sobre la tabla, otros, descendían incluso haciendo la invertida. En medio de algunas cervezas, la música que identificó a estos adolescentes sobre ruedas fue la de grupos como The Ramones, Manor Threat, Black Sabbath y Pink Floyd.
Hacia 1984, los skaters desparecieron. Una que otra vez se encontraba alguno deslizándose en un estacionamiento de supermercado o de un mall del sector oriente de Santiago.
En 1986, tímidamente, tras una moda llegada desde Estados Unidos, el skateboard comenzó a salir a las calles de este país. El estilo «street» (calle) llegó para quedarse. Estos fueron los skaters new wave que en sus modas tendieron también hacia el estilo punk y el hardcore. Los distinguieron sus zapatillas de cuero de caña alta, el pelo corto y peinado con gel hacia arriba y las calaveras en los diseños de sus poleras.
Cómo se practica el skate en Chile
Su vida comienza y termina sobre una tabla con ruedas. El cemento, la vida urbana, las escaleras, los estacionamientos, las esquinas y las barandas son su hábitat natural. Algunos pasan más de 4 horas al día sobre el skateboard. Muchos lo usan como medio de locomoción.
Los que viven en La Dehesa llegan hasta el Parque Bustamante en su tabla. Los del centro ascienden hasta Providencia y Vitacura en busca de asfaltos menos resquebrajados y con menos hoyos para practicar sus trucos.
Practicar skateboard no es barato, pero de algún modo los jóvenes de todos los barrios del país se las ingenian con más o menos pesos para tener su tabla, que, si utilizan mucho, puede llegar a durarles apenas un mes. Cada tabla cuesta entre $ 15.000 y $ 80.000 pesos chilenos (entre USD 20 y USD 90).
Las ruedas valen entre $ 5.000 y $ 30.000 pesos y el truck donde se adosan a la tabla entre $ 15.000 y $ 80.000 pesos chilenos. Los rodamientos también se compran aparte y cuestan entre $ 5.000 y $ 15.000 pesos.
El skate ha pasado por diferentes ondas y modas. En sus inicios tuvo que ver más con el rock, luego con el hardcore y ahora se asocia al rap y hip hop, llegando incluso a tener que ver con la música urbana como el trap.
Pero ésta es una vinculación que tiene que ver más con la imagen externa de los jóvenes que lo practican, que con la real. Ellos no se dividen por clases sociales, no pertenecen ni a clubes ni a asociaciones de skaters. Son de la calle.
Es sólo una casualidad si les gusta la música de Bob Marley o el hip hop. Ellos son skaters primero que nada. Lo común es que le dediquen mucho tiempo a su tabla.