Piotr Ilich Tchaikovski
Su sólida formación académica, su escritura musical cuidadosa y formalismo notable le significaron que fuera criticado por los músicos nacionalistas, quienes lo catalogaron como occidentalizado. Apasionado y vehemente, en ocasiones no respetaba las normas convencionales del equilibrio. Pero su inventiva melódica y la destreza en el arte de la orquestación le permitieron crear numerosas obras importantes, como la «Sinfonía núm. 6, Patética, op. 74» y las conocidas suites de ballet «Cascanueces» y «El lago de los cisnes».
Otros pos-románticos
Otros artistas pos-románticos, en el sentido de que ayudaron a prolongar el período romántico al utilizar algunos estilos y normas musicales de esa etapa, pero que también incorporaron ideas nuevas en sus trabajos, fueron el austríaco Gustav Mahler y el alemán Richard Strauss.
Mahler se preocupó de encontrar nuevas sonoridades y procedimientos de escritura.
Además, en algunas de sus obras sinfónicas quebró la relación entre los movimientos lentos y rápidos e incluyó la voz humana, como en su «Sinfonía núm. 2, Resurrección».
Strauss fue un consumado orquestador y un heredero directo de la tradición romántica de los compositores alemanes Richard Wagner y Johannes Brahms. Entre sus obras destacan, además de su música de cámara, los poemas sinfónicos «Así habló Zaratustra» y «Don Juan»; y las óperas «Salomé» y «Ariadna en Naxos».
El impresionismo en sonidos
A finales del siglo XIX nace el impresionismo, en que los artistas trataron de expresar el mundo según cómo lo veían, sin ataduras de ningún tipo. Esta tendencia también encontró acogida en la música y se le asocia principalmente con el francés Claude Debussy.
Su estilo, con armonías sutiles, claridad en los timbres vocales e instrumentales, así como la indefinición entre disonancia y consonancia, fue revolucionario y generó polémica, pero abrió camino hacia el siglo XX. Dentro de sus obras para piano destacan «Estampas», alcanzando la cumbre con el drama operático «Pelléas et Mélisande».