Los albores del siglo XX significaron un nuevo auge de la música nacionalista. En esta etapa destacan en Rusia Alexander Scriabin y Serguéi Rachmaninov, a pesar de que se mantuvieron desconectados de la estética e ideario nacionalista.
El último autor fue un virtuoso del piano y creador de numerosas obras para este instrumento, como su Rapsodia sobre un tema de Paganini.
En otros países sí hubo una generación de músicos que, si bien realizaron una obra propia, la fundaron en su tradición, como Jean Sibelius, en Finlandia.
Sibelius fue autor de sinfonías y poemas sinfónicos, música escénica y de un importante Concierto para violín.
Pero quienes aportaron mayormente para crear un nuevo lenguaje musical en el nacionalismo fueron los húngaros Zoltán Kodály y, particularmente, Béla Bartók. El segundo es uno de los compositores más relevantes del siglo XX. Creó una abundante colección de temas para piano, como las Canciones populares húngaras. Claro que su obra cumbre en esta área es Mikrokosmos.
En España, el compositor Manuel de Falla fue fundamental para consolidar la música de ese país en el campo internacional. Sus obras se caracterizan por un notable grado de perfección. Entre ellas destacan los ballets El amor brujo y el Sombrero de tres picos (esta última era una ópera que fue transformada en ballet) y su composición Concierto para clave y conjunto de cámara.