Claudio Monteverdi, considerado como el precursor de la ópera italiana, impulsó formas de mayor complejidad técnica en sus oratorios y óperas sacras, proyectadas sobre las piezas litúrgicas de su época. Junto con ellas se aumentó la cantidad de obras profanas de carácter instrumental y naturaleza descriptiva, como la sonata, el concerto grosso y la sinfonía, entre cuyos grandes representantes cabe destacar a Antonio Vivaldi, Alessandro Scarlatti, Tomaso Albinoni y Arcangello Corelli.
En Francia, Jean-Baptiste Lully, François Couperin y Jean-Philippe Rameau elevaron las composiciones sacras y profanas a excelentes niveles. Pero sin duda las cumbres del barroco musical se cifraron en Alemania con las figuras de Johann Sebastian Bach y Georg Friedrich Haendel.
Bach dejó como legado una infinidad de obras maestras instrumentales y vocales como cantatas, oratorios, arias, tocatas y fugas.
Haendel, por su parte, con sus óperas italianas, oratorios y obras instrumentales constituyó un auténtico hito en la historia musical europea.