Aunque la escultura en Italia, como fuera de ella, siguió esencialmente subordinada a la arquitectura, asume un rol estético.
Predominó el interés por las formas sinuosas (curvas) y el movimiento; se usa el claroscuro (contrastes de luz y sombra) para conseguir mayor expresión y dramatismo, a través de un mayor número de cortes en vez de líneas lisas; en un intento de rivalizar con la pintura, se utilizaron mármoles policromos (de acuerdo con la luz, pueden parecer de distintos colores).
Con una temática absolutamente religiosa, se hicieron un gran número de esculturas de santos, escenas de martirio y éxtasis, cuyo mejor ejemplo es el «Éxtasis de Santa Teresa» de Gian Lorenzo Bernini, el escultor barroco por excelencia.
En Francia, la esculturas más sobresalientes son las del palacio de Versalles, donde trabajaron François Girardon (1628-1715) y Antoine Coysevox (1640-1720).
En España, lo más característico está vinculado con temas religiosos, plasmados en madera policromada con un enorme realismo. A principios del siglo XVII, los centros artísticos más importantes eran Valladolid, con Gregorio Fernández, y Sevilla, con Juan Martínez Montañés.