Leonardo da Vinci (1452-1519) fue el pintor más representativo del arte renacentista. No solo se dedicó a la pintura; también fue arquitecto, escultor, músico y poeta. Incluso llegó a inventar una máquina para volar y una para tejer. Podríamos decir que fue un hombre lleno de ideas y proyectos por emprender. Se dedicó a observar profundamente la naturaleza y llegó a ser el genio del arte durante el Renacimiento.
En 1481 pintó «La adoración de los Reyes Magos», un cuadro que sin duda demuestra los inicios del artista. Más tarde aprendería variadas técnicas y pondría su sello propio en cada una de ellas.
Una de sus obras más importantes, si no la mejor, fue «La Giocconda», obra que ha sido recordada por la enigmática sonrisa de la mujer retratada. Fue la primera vez que se mostró algún estado de ánimo en el rostro de alguien y eso perduró en el tiempo. La historia de esta pintura es bastante curiosa. Francesco del Gioccondo fue donde Leonardo a pedirle que hiciera este retrato; sin embargo, nunca lo fue a buscar, por lo que Da Vinci la conservó para él, convirtiéndose en una de las joyas de la historia del arte.
Además, Leonardo fue el primero en envolver a las figuras en una atmósfera determinada y un genio de las proporciones.
Otro de los grandes genios de la pintura fue Miguel Angel Buonarroti (1475-1564), quien también se desenvolvió en otras disciplinas, como la arquitectura, la poesía, pero por sobre todo la escultura, dejando huellas impresionantes hasta el día de hoy.
Era amante de muchos motivos, pero lo que sin duda lo marcó durante su vida fue el amor y la pasión por la figura humana. Los hombres que aparecían en su obra eran grandes, musculosos y fuertes. Como pintor, lo que más lo marcó y lo que hasta hoy es recordado por su belleza, fue la maravilla que plasmó en el techo de la «Capilla Sixtina», una obra de 500 metros cuadrados llenos de una decoración magnífica e impresionante, la que demoró cuatro años (1508-1512). Los motivos religiosos y de gran dramatismo son asombrosos cuando se les ve, con un volumen perfecto de las figuras bíblicas.
Tuvo que pasar más de 20 años para que terminara estos frescos que tanto habían dado que hablar. Fue así como, entre 1536 y 1541, dio fin a su obra con «El Juicio Final», como una forma de representar el último momento de los hombres en el mundo. Una obra cargada de oscuridad, volúmenes y desmesura.
Sin duda, el último gran artista fue Rafael Sanzio (1486-1520), un pintor que se caracterizó por su corta pero intensa vida. En sus obras se tocaban básicamente cuatro grandes géneros: religiosos y madonas, composiciones religiosas al fresco, murales de temas profanos y retratos. A partir de 1505 se hizo famosos por la variedad de madonas que pintó a petición de selectos grupos de la sociedad. Entre las más conocidas se encuentran la «La Madonna del Pez», «Madonna del Gran Duque», «Madonna de la Silla» y la «Madonna de Foligno».
Más tarde sería llamado para decorar una de las habitaciones del Vaticano para el Papa de ese entonces, Julio II, quien no solo quedó impresionado por el talento del pintor, sino que, además, mandó a borrar todos los otros frescos existentes que habían sido pintados por prestigiosos artistas. Es aquí donde se encuentra la famosa Escuela de Atenas, donde trató de representar las más grandes disciplinas de la época, como la teología, la poesía, las artes, las ciencias y la filosofía.
Otras obras de gran importancia fueron «Coronación de Carlomagno», «El Parnaso» y el «Santísimo Sacramento».