Durante el siglo II, el astrónomo griego Claudio Ptolomeo afirmó que la Tierra estaba inmóvil en el centro del universo y que todo lo demás se movía en torno a ella. Se trataba del Sistema Geocéntrico.
Esta creencia no fue cuestionada hasta el Renacimiento, cuando el polaco Nicolás Copérnico (1473-1543) señaló en su libro «Sobre las revoluciones de las orbes celestes» -impreso el mismo año de su muerte-, que el Sol era el centro del universo y que los planetas giran en torno a él, estableciendo el Sistema Heliocéntrico. Además, determinó la posición correcta de los planetas y la velocidad de su movimiento al orbitar el Sol, relativamente exacta.
La teoría de Copérnico fue confirmada por el alemán Juan Kepler (1571-1630) y el inglés Isaac Newton (1642-1727). El primero señaló que las órbitas de los planetas en torno al Sol eran elípticas y no circulares como planteó Copérnico. Newton estableció las leyes de la gravedad, entre otras cosas.