Con once barcos, 508 soldados, 16 caballos y 14 piezas de artillería partió rumbo a México el conquistador español Hernán Cortés. Sin saberlo, el viaje de Cortés a América daría inicio a la caída del imperio Azteca.
Sólo en 1518 los españoles, a través de Juan de Grijalva, al mando de cuatro navíos, entablaron relaciones con las provincias del imperio azteca. El recibimiento de los indios fue amistoso y entregaron a los europeos diversos objetos de oro.
Durante el encuentro, pronunciaron muchas veces la palabra México, cuyo significado ignoraban los conquistadores.
Llegada de Hernán Cortés
Con once barcos, 508 soldados, 16 caballos y 14 piezas de artillería partió rumbo a México el conquistador español Hernán Cortés.
En la península de Yucatán encontró a un compatriota llamado Jerónimo de Aguilar, que años antes había sobrevivido a un naufragio en las costas de México.
Aguilar hablaba maya, debido a su largo cautiverio en ciudades de este pueblo, lo que facilitó a Cortés la comunicación con esta civilización.
Además, los españoles recibieron numerosas esclavas como regalo. Entre ellas figuraba una de origen noble y muy inteligente, quien se expresaba además en náhuatl. Su nombre era Malitzin (Malinche), bautizada después como Marina.
Gracias a ella y a la intervención de Aguilar, Cortés pudo conversar con los indios, especialmente con aquellos que hablaban la lengua oficial del imperio azteca, lo que era una inmensa ventaja para el capitán español.
La antigua esclava posteriormente se convirtió en su colaboradora más valiosa y fiel. Fue también la madre de su hijo, Martín Cortés.
Origen de la caída del Imperio Azteca
Fue en lo que sería la futura Veracruz donde Cortés comenzó a darse cuenta de la inmensidad y la riqueza en la zona, lo que cimentó el camino para la caída del imperio azteca. Allí recibió la visita de los mexicas, de la provincia de Cuetlaxtlán.
En nombre del emperador Moctezuma, le regalaron víveres, magníficos vestidos de gala en algodón y plumas, y joyas de oro, y le pidieron que no ingresara a territorio azteca.
Según la tradición mexica, funestos presagios (iluminaciones del cielo, incendios inexplicables) anunciaron una terrible catástrofe.
Muy religiosos, Moctezuma y sus consejeros quedaron muy impresionados por el hecho de que el año uno-junco (para ellos), es decir, 1519, coincidiera con la fecha que, al presentarse cada 52 años, podía significar el retorno de la Serpiente de Plumas, según el mito de Quetzalcóatl. Y, para ellos, Cortés era el dios que regresaba.
Entretanto, Cortés se alió con ciertos pueblos que odiaban mortalmente a los mexicas, como los totonecas y, sobre todo, los tlaxcaltecas. Desde entonces, la conquista se convirtió en una empresa fundamentalmente hispano-tlaxcalteca.
Llegados a Tenochtitlán, y después de varias peticiones a Cortés para que este no entrara a la ciudad, Moctezuma los recibió junto a altos dignatarios, entre ellos el rey de Texcoco. Esto ocurrió en noviembre de 1519.
Ese día se comenzó a escribir la historia de la caída del imperio Azteca.
La guerra
A medida que iba pasando el tiempo, la situación se hizo muy tensa. A pesar de los esfuerzos de Moctezuma, la cólera de sus dignatarios crecía.
Por su parte, los españoles se oponían al culto de los dioses aztecas y aprovechaban también de escamotear todo el oro que podían, al igual que los tlaxcaltecas con los jades y plumas. Estos, además, buscaban cualquier modo para saciar su odio e intenciones de precipitar la caída del imperio azteca.
En ausencia de Cortés, que tuvo que ir a luchar a la costa contra su compatriota Narváez, los españoles asesinaron traicioneramente a numerosos nobles mexicas que celebraban la festividad de Huitzilopochtli.
El pueblo se sublevó y el retorno de Cortés no solucionó nada. Al contrario, durante la llamada noche triste, del 30 de junio de 1520, los españoles y los tlaxcaltecas salieron a duras penas de Tenochtitlán, sufriendo numerosas bajas.
Pero gracias al apoyo de sus aliados indígenas, Cortés aisló la ciudad. El hambre y la falta de agua potable agobiaron a Tenochtitlán, mientras se desarrollaba una epidemia de viruela, enfermedad desconocida hasta entonces en México.
Moctezuma falleció durante los combates de junio de 1520. Su sucesor, Cuitlahuac, reinó solo 80 días antes de morir por la enfermedad. Ni el heroísmo de Cuauhtemotzin o Cuauhtémoc, el siguiente emperador, ni de su pueblo guerrero, pudieron evitar que la ciudad cayera en agosto de 1521.
Causas de la derrota
Para muchos de sus contemporáneos, la derrota brutal de un pueblo antes invencible podría parecer una catástrofe o un milagro. Sin embargo, existen causas precisas que pueden explicar perfectamente este desenlace.
Primero, están las militares: frente a armas como los arcabuces y artillería, además de los caballos, los aztecas nada podían hacer con su rudimentario armamento.
Pero, sobre todo, los mexicas y españoles no hacían la misma guerra. Los primeros la consideraban como una forma de proveerse de prisioneros para sacrificar a su dioses, por lo que perdían tiempo capturándolos.
Pero los españoles hacían la guerra total, matando a los aztecas en grandes cantidades. Su objetivo era destruir la religión aborigen en beneficio de la propia, que consideraban la única verdadera, y el estado azteca en beneficio de su soberano, Carlos V.
Sin embargo, el factor religioso, al cual se unió la epidemia de viruela, fue también importante. El convencimiento de Moctezuma de que tenía ante sí a Quetzalcóatl de regreso, le indujo a entregar todo el peso de su autoridad soberana. Y cuando trataron de reaccionar, ya era demasiado tarde.
Pero nada hubiera sido posible sin los recursos y los hombres, las informaciones y el impulso guerrero que aportaron los totonecas, Tlaxcala y Uexotzinco, los otomí, las tribus del sur del valle, y el bando del príncipe Ixlilxochitl, en Texcoco.
Sin embargo, estaban lejos de imaginarse que la caída de México arrastraría la de sus propias ciudades, la destrucción de su religión y la ruina de su cultura.
En efecto, con la derrota y caída del imperio azteca desapareció la última civilización autóctona de México. Brillante y frágil, alcanzó a dominar el país solo casi un siglo.
Cortés, el conquistador
Hijo de una familia hidalga, pero no rica, Hernán Cortés nació en Medellín, Extremadura, España, en 1485. Su deseo de aventura lo hizo abandonar el estudio de las leyes. Luego de sufrir algunas enfermedades y accidentes, viajó a América.
En sus seis primeros años se ganó la confianza del gobernador Diego Velázquez. Este lo nombró notario e hizo que lo acompañara en su expedición colonizadora a Cuba. Sin embargo, algunos roces con su superior lo mandaron a prisión.
A pesar de eso, el gobernador le confió el mando de una nueva expedición a México. Tras conquistar y precipitar la caída del imperio azteca, y no sin antes luchar contra algunos compatriotas partidarios de Velázquez y de otro aventurero llamado Pánfilo de Narváez, fue nombrado capitán general y gobernador de las tierras conquistadas, la que se llamó Nueva España.
Además, incorporó las tierras de Honduras y Guatemala. No obstante, el resto de su vida vivió en la pobreza. Falleció cerca de Sevilla, el 2 de diciembre de 1547.