Bajo el imperio inca, el ayllu (o barrio) llegó a convertirse en la base político-administrativa del estado, y en célula del imperio. La división política se establecía de la siguiente manera: diez ayllus formaban una marka, cuyo jefe era un cacique; diez marcas formaban una pachaka, a la cabeza de la cual estaba un chunka-kamayoc; diez pachakas formaban una waramka, cuyo jefe era un waranka-kamayoc; diez warankas formaban un juno, que era dirigida por un juno-kamayoc; diez junos formaban un suyo, cuya cabeza era un jatun-kamayoc, miembro de la casta aristocrática. Cuatro suyos constituían la totalidad del imperio.
Los ayllus estaban obligados a aportar al estado guerreros y yanaconas. De esto se deduce que los incas habían creado una centralización política y administrativa muy eficiente. La ciudad capital, Cuzco, sede habitual del gobierno, asombró a los españoles por su buen trazado y la abundancia de jardines, templos y palacios.
La agricultura era la base fundamental de subsistencia. El poder central, poderoso como era, fue capaz de encauzar el enorme trabajo tributario hacia el desarrollo de canales, terrazas y acueductos, multiplicados incesantemente. Las cosechas de maíz, papas y otros artículos alimenticios se incrementaron por el uso de abonos -excrementos humanos y de animales- y el aporte de la taclla, especie de arado que se manejaba con el pie.
Las tierras del ayllu estaban divididas en tres partes: las del Inca, las del Sol o la iglesia, y las de la comunidad. Esta última se dividía entre las familias de acuerdo a sus necesidades. Cada hombre recibía una parcela o tupu, y media la mujer. No había propiedad privada. Los campesinos debían laborar primero en las tierras del Inca y de los dioses, cuyas cosechas se almacenaban en bodegas gubernamentales, destinadas a alimentar soldados, burócratas y artesanos.
Antes de los incas existían la propiedad comunal y la propiedad privada. Con la dominación incaica, las tierras continuaron perteneciendo a los ayllus, expresión principal de la propiedad, pero los incas se arrogaron una especie de derecho nominal de propiedad sobre todas ellas.
El desarrollo técnico en la agricultura es evidente en la utilización de las faldas de los cerros, donde construyeron terracerías conocidas como andenes.
La población estaba dividida en 12 grupos, de acuerdo a sus edades, con sus derechos y obligaciones perfectamente establecidos. Un sistema de tal naturaleza obligaba a mantener una serie de censos totalmente al día: población, número de familias, jefes de familias, tierras agrícolas, ganado. Dicha labor estaba correspondía al quipu-kamayoc, quien disponía sólo del quipu para llevar tales contabilidades.
El quipu estaba formado por cuerdas de lanas en diferentes colores y espesores. Nudos de colores y gruesos variables representaban números ordenados de acuerdo al sistema decimal. También se les utilizaba para rememorar acontecimientos, lo que podría encerrar un medio de escritura aún desconocido. Los datos del quipu-kamayoc determinaban, prácticamente, todas las decisiones imperiales.