Al comenzar los viajes exploratorios europeos se hizo necesario llegar a acuerdos para tener claridad ante futuras confrontaciones, concretándose en un primer término el tratado de Alcáçovas-Toledo (1479), que entre sus puntos destacaba que los españoles no enviarían empresas exploradoras a África sin el consentimiento de Portugal. Con esto, se reafirmaba la hegemonía lusitana en el «continente negro» y se pactaba un acuerdo de paz perpetua entre ambos países. Sin embargo, la llegada de Colón a América marcó un punto de quiebre en las relaciones de estos países, ya que según Juan II de Portugal, los españoles habían violado el tratado de Alcáçovas-Toledo, porque habían sobrepasado el límite marítimo situado al sur de las Canarias.
Por lo anterior, los Reyes Católicos pidieron la intervención del papa Alejandro VI como mediador. El pontífice firmó dos documentos que establecían normas respecto de los nuevos territorios. El primero de ellos es la bula Inter Caetera (1493), que otorgaba a España la autonomía de las tierras descubiertas y por descubrir. En tanto que el segundo tratado dictaba la separación del mundo en dos partes (una para España y la otra para Portugal), la que se haría mediante una línea imaginaria que cruzaba el Atlántico de norte a sur a cien leguas al oeste de las Azores y Cabo Verde.
Pero el dictamen del papa Alejandro VI no fue el definitivo, ya que más tarde se celebraría el tratado de Tordesillas, el 7 de junio de 1494, donde los portugueses impusieron sus términos y lograron que la línea demarcatoria se desplazase más hacia el oeste.