El viejo imperio, también conocido como período clásico, ocurrido entre los siglos III y IX, fue la época en la que alcanzaron su máximo esplendor, desarrollándose especialmente en los ámbitos de la religión y las creencias, la ciencia y la arquitectura. Construyeron ciudades y pirámides, donde sepultaban a sus gobernantes y los veneraban después de muertos, junto a sus dioses.
Al comienzo, se ubicaron en la región de El Petén, donde se encontraban las ciudades de Uaxactún y Tikal. Se cree que esta última fue la más antigua capital de la civilización maya.
Durante el siglo IV, los mayas iniciaron su expansión territorial por el oeste y el sudeste, donde fundaron las ciudades de Palenque, Piedras Negras y Copán. Más tarde, se dirigieron al norte, incorporando el territorio de la península de Yucatán. Se cree que esta expansión se debió al explosivo crecimiento de la población.
Los siglos VII y VIII permitieron la consolidación de su cultura en los nuevos territorios. Durante la segunda mitad del siglo VIII alcanzaron su mayor desarrollo cultural, que se aprecia en las ruinas de los templos de Tikal, Palenque y Copán, así como en una gran cantidad de estelas (monumento en forma de pedestal) con relieves jeroglíficos, y en una rica cerámica policromada (de varios colores) y figurativa (representación de figuras y cosas).
Así fue el período clásico para la civilización maya.
Periodo clásico y jerarquías
Según algunos investigadores, las ciudades estado mayas formaban en aquella época una especie de federación, en la que los gobernantes ejercían la autoridad divina (teocracia). La sociedad estaba estrictamente jerarquizada en diferentes clases sociales.
Hacia el año 800 d. de C. comienza un fenómeno generalizado de deterioro de la civilización maya, llamado «el colapso del Clásico«. Representa una ruptura total con los patrones sociales y culturales que prevalecieron a lo largo de 600 años.
Esto implicó que la construcción de grandes estructuras monumentales en las ciudades se interrumpe; se dejan de elaborar objetos suntuarios y se abandona la conmemoración de eventos sociales y naturales antes registrados en estelas y monumentos grabados con inscripciones jeroglíficas.
Las Tierras Bajas del Sur fueron abandonadas y quedaron deshabitadas. Esta migración se debió a que no había suficiente alimento para la gran cantidad de población, debido a la explotación intensiva de tierras que ya estaban erosionadas. Además, la caída de Teotihuacán (centro religioso tolteca situado en México) terminó el flujo de mercaderías que llegaban de esa zona.
Debido al hambre, se produjeron disturbios y rebeliones contra los sacerdotes y entre las clases sociales, lo que fue aprovechado por otros pueblos para invadir.
Organización política
La organización política estuvo limitada a cada ciudad-estado que, junto con la villa o distrito que los rodeaba, constituía una entidad independiente, gobernada por un cacique llamado Halach-huinic («verdadero hombre»), que cobraba los impuestos y dirigía la política del Estado.
El poder pasaba de padres a hijos. Además, existía un Consejo de Estado formado por funcionarios (que eran parientes del cacique) sacerdotes y jefes de tribu.
El pueblo común que estaba desprovisto de derechos debía trabajar en las pesadas labores de las construcciones públicas, cultivar los campos y realizar los trabajos artesanales, todo ello con total sumisión a las clases gobernantes.
Los sacerdotes, cuya investidura era hereditaria, no sólo realizaban actos relacionados con los dioses, sino que también eran excelentes astrónomos, pudiendo con sus conocimientos de la marcha del tiempo -mediante la observación de las estrellas -indicar a los agricultores la época adecuada para la siembra, anunciarles la llegada de temporales y señalar el momento que debían proceder a cosechar.
La base de la economía se basó en el cultivo de maíz, pero se fue terminando de a poco, debido a que emplearon el método de quemar el arbojo (una mala hierba) de la tierra supuestamente para fertilizarla -porque no conocieron los abonos ni el riego artificial-, consiguiendo el agotamiento del suelo. Además, produjeron algodón, cacao, ají y porotos.
Los terrenos para plantar debían estar cercanos a los cenotes (depósitos de agua), ya que la sequía duraba casi ocho meses, si no existían estos depósitos había que juntar agua de lluvia o usar la de lagos naturales. Esto provocó la decadencia de la población maya, que tuvo que abandonar sus ciudades y emigrar a nuevas regiones no explotadas.