Aunque el imperio inca solo duró un siglo, este tiempo fue suficiente para que constituyeran una unidad política y cultural de más de diez millones de aborígenes, repartidos en los Andes Centrales y a lo largo de la costa del océano Pacífico en América del Sur. Hablamos de un territorio cercano a los 4.000 km de longitud en sentido norte-sur, y casi 500 km de anchura en promedio, que abarcaba lo que es actualmente Ecuador y Perú, el norte y centro de Chile, el oeste de Bolivia y el noreste de Argentina.
Civilizaciones precedentes
La diversidad geográfica del territorio inca -costa, sierra o cordillera y montañas- y el relativo aislamiento local facilitaron los desarrollos regionales. Por lo mismo, no existe valle que no haya sido asiento de diferentes culturas, algunas de las cuales te mencionamos a continuación.
Luego del poblamiento de América (30.000 aC.) y de la transformación de los pueblos de nómades a sedentarios en los Andes Centrales (4.000 a.C.), surge el pueblo de Chavín de Huantar, una pequeña villa de los Andes en el norte del Perú, a 3.200 metros de altura. Su importancia radica en que ayudó a unificar por primera vez las culturas andinas, aunque más en el ámbito artístico y religioso que en el político.
Alrededor del 300 a.C. comienza el declive de Chavín y empiezan a formarse los reinos Moche, Nazca, Tiahuanaco y Huari.
Los moche o mochica fueron un pueblo agrícola de tradiciones pesqueras y tenían una compleja organización social.
Ubicada cerca del lago Titicaca, a 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar, se desarrolló la civilización de Tiahuanaco. En su apogeo construyeron templos y palacios que embellecieron la ciudad.
Paralelamente a la expansión de Tiahuanaco, otro centro, Huari, inició la conquista de territorios vecinos. Actuando conjuntamente, ambos volvieron a unir, cultural y políticamente, las sociedades regionales de la zona.
Una vez rota la cohesión lograda por Tiahuanaco-Huari, surgen el reino Chimú en el norte, y el Inca en el sur, imponiéndose este último por la fuerza.
Aparecen los incas
Los incas fueron una tribu que llegó al Cuzco (también escrito Cusco o Qosqo y que significa en idioma quechua “ombligo del mundo”) alrededor del 1.200 dC. Probablemente procedían del sur, y de alguna forma su emigración debió estar conectada a la desintegración urbana que siguió a la caída de Tiahuanaco.
Una vez establecidos en el Cuzco, iniciaron una dinastía cuyo primer gobernante fue Manco Cápac, personaje legendario que se estableció con su esposa, llamada Mama Ocllo, y su familia en el Cuzco, donde dominó a los pueblos que lo habitaban. Los emperadores que le siguieron, como Sinchi Roca y Lloque Yupanqui, no destacaron en particular. En cambio el cuarto, denominado Mayta Cápac, inició la expansión del pueblo inca, motivado por una sequía que asoló los Andes Centrales. Esto, con el fin de asegurarse abastecimiento en los valles cercanos.
Los siguientes gobernantes, como Cápac Yupanqui, Inca Roca, Yahuar Huacac y, sobre todo, Viracocha, se ocuparon de resguardar los territorios ocupados con el establecimiento de funcionarios incas y guarniciones militares.
Lo que se conoce como imperio histórico comenzó con Pachacutec Inca Yupanqui, que ocupó el trono hacia 1438, siendo un gran conquistador y organizador del reino. A su mandato se atribuyen obras como los planos de Cuzco, la construcción de cultivos en base a terrazas y la construcción del templo del Sol. Además, mientras gobernaba se inició la expansión incaica que alcanzó por el sur el lago Titicaca y por el norte la región de Huanuco. Igualmente, comenzó la unificación de las tribus vecinas y sometió con sus ejércitos a las que no accedían a integrarse. Se dice también que fue Pachacutec quien propuso la práctica de las mitimas, mediante la cual grupos de pobladores, llamados mitimaes (del quechua mítmaq, colono, advenedizo), eran trasladados a otros lugares para evitar rebeliones.
Entre los años 1471 y 1493, con el hijo de Pachacutec, Tupac Inca Yupanqui, el imperio alcanzó su máximo esplendor. En esa época se conquistó todo el altiplano andino y los territorios septentrionales de Chile y Argentina.
El sucesor de Inca Yupanqui fue Huayna Cápac, cuyo período se caracterizó por varios levantamientos que, no obstante la dificultad, pudieron ser controlados. En su gobierno se alcanzó la mayor extensión geográfica, con un número cercano a los 900 mil kilómetros cuadrados. Cuando falleció, el imperio quedó dividido en dos partes a cargo de sus hijos: a Atahualpa le otorgó la región de Quito y a Huáscar, la del Cuzco. Sin embargo, ambos hermanos se enfrentaron en una guerra civil en el momento de la llegada de los españoles.
Gobernantes divinos
El imperio incaico estaba firmemente dominado por una teocracia sagrada e inviolable. El Inca, máxima autoridad política y religiosa, se consideraba hijo del Sol. Gobernaba asistido por una aristocracia selecta, llamada orejones, a causa de los adornos que deformaban sus orejas; además, se consideraba noble a los generales y a los altos oficiales.
Bajo esta aristocracia se encontraban los kurakas (o curacas), los señores. En una posición privilegiada se hallaba también la clase sacerdotal, integrada por el willaq uma (cabeza sagrada), las aqllas o escogidas y los sacerdotes. Luego, formando la base de esta pirámide social, estaba la masa del pueblo, dividida en llacta runa (originarios) y mitimaes (trasplantados de otras regiones o pueblos). Fuera de estas clases se encontraban los yanacunas o yanaconas (literalmente: los esclavos).
La agricultura era la base fundamental de subsistencia. El poder central, fuerte como era, fue capaz de encauzar el enorme trabajo tributario hacia el desarrollo de canales, terrazas y acueductos, multiplicados incesantemente. Las cosechas de maíz, papas y otros artículos alimenticios se incrementaron por el uso de abonos y el aporte de la taclla, especie de arado que se manejaba con el pie.
No había propiedad privada. Los campesinos debían laborar primero en las tierras asignadas al Inca y a los dioses, cuyas cosechas se almacenaban en bodegas gubernamentales, destinadas a alimentar soldados, burócratas y artesanos.
El trabajo de realizar censos, en los que se basaban todas las decisiones imperiales, correspondía al quipu-kamayoc, quien disponía solo del quipu para llevar tales contabilidades.
No robar y no mentir
El estado incaico estableció tres preceptos morales fundamentales: Ama Suway, Ama Qella y Ama Llulay, que significa no robar, no ser ocioso, no mentir.
Generalizó el culto al Sol (Inti), al que acostumbraban representar por un gran disco de oro circundado de rayos. Igualmente adoraban a la Luna (Mama Quilla), así como a divinidades que simbolizaban a otras fuerzas de la naturaleza, como truenos, estaciones, etc.
En el comercio, aplicaron el trueque de productos en pequeña escala. Organizaron la explotación de las minas y trabajaron el oro, el cobre, la plata, el bronce, el estaño y el plomo. En la textilería produjeron obras maestras, y la cerámica alcanzó un notorio desarrollo.