Durante esta época se forjaron los primeros rasgos de nuestra nación y de la identidad chilena. El protagonismo de los descubridores y conquistadores foráneos dio paso a una sociedad emergente que comenzaba a ordenarse tanto en el aspecto político como en el económico y cultural, siempre bajo la atenta mirada de la corona española.
Poco a poco, los hombres nacidos en el territorio configuraban un nuevo grupo humano. La población mestiza, fruto de la mezcla entre españoles e indígenas, aumentaba gradualmente, consolidando las bases de la sociedad chilena. Dos siglos de organización, conflictos indígenas, fundación de ciudades y progreso, que serían la antesala de la vorágine independentista que se sucedería a partir de 1810.