Nació en Linares, el 3 de noviembre de 1877. Estudió en la Escuela Pública Nº 1 y en el Liceo de Linares. El 12 de marzo de 1896 ingresó a la Escuela Militar. Luego se desempeñaría como comandante de la Escuela de Carabineros y director de la Escuela de Caballería.
En 1903 integró una misión militar contratada por el gobierno de la república de El Salvador. Su irrupción en la vida política nacional ocurrió a partir de su participación en las intervenciones militares del 5 de septiembre de 1924 y del 23 de enero de 1925. Colaboró en el gobierno de Emiliano Figueroa como ministro de Guerra (1925) y ministro del Interior (1927). Asumió la vicepresidencia de la República ese mismo año, luego de la renuncia de Figueroa. Ahí, Ibáñez fue proclamado candidato presidencial único, ganando las elecciones. Asumió la presidencia de la República hasta 1931. En 1952, regresó a La Moneda, por un período de seis años. Falleció en Santiago, el 28 de abril de 1960.
Tratado de Lima
El Tratado de Ancón había dispuesto la realización de un plebiscito para determinar la pertenencia de las provincias de Tacna y Arica, bajo administración chilena desde 1883. Sin embargo, la consulta nunca se ralizó y los diversos esfuerzos por finiquitar tan complicada situación -que incluso incluyeron un intento de mediación por parte de Estados Unidos- no fructificaron.
En el gobierno de Carlos Ibáñez, la situación se revirtió y, de este modo, los gobiernos de Chile y Perú reanudaron relaciones diplomáticas. Se designó a Emiliano Figueroa como embajador en Lima. Luego de casi un año de discusiones, ambos países firmaron, el 3 de junio de 1929, un tratado y un protocolo complementario que puso fin a la controversia. El denominado Tratado de Lima estableció la división del territorio de Tacna y Arica, quedando el primero en manos peruanas y el segundo en manos chilenas. Chile compensó al Perú con 50 millones de pesos oro (1929).
Ibáñez y la educación
Bajo este gobierno, la educación experimentó importantes reformas, haciéndose obligatoria para los niños y jóvenes entre siete y 15 años. En 1927 se implementó una reforma educacional que abarcó desde la enseñanza primaria hasta la universitaria, basada en la pedagogía activa, dándose especial énfasis al sentido nacionalista que esta debía tener. Otro hecho destacado fue la dictación de la ley de autonomía universitaria, que garantizaba la independencia académica y administrativa de la Universidad de Chile.
La crisis económica
Aunque en el ámbito económico se crearon la Caja de Crédito Minero (1927) y la Caja de Crédito Industrial (1928), instituciones que beneficiaron e impulsaron sus respectivas actividades, la vinculación de la economía chilena a los préstamos externos, provenientes sobre todo de Estados Unidos, financió los planes expansivos del gobierno, pero al mismo tiempo, la tornó vulnerable a las variaciones económicas mundiales. La crisis de 1929 repercutió con fuerza en el país, ya que se perdieron los mercados compradores del salitre. Ante esta situación, el gobierno creó la Compañía de Salitres de Chile, Cosach, en la que el Estado controlaba el 50 por ciento de las acciones. Esta iniciativa no tuvo los efectos esperados, por cuanto la compañía no fue capaz de entregar al Fisco los montos estipulados.
El Congreso Termal
Como Ibáñez no contaba con apoyo político para las parlamentarias de 1930, llegó a un acuerdo con los partidos políticos para evitar la lucha electoral. Así, se decidió aplicar la norma de la Ley de Elecciones que establecía que, si el número de candidatos no sobrepasaba al número de representantes que debían elegirse, no había necesidad de efectuar la elección. De esta manera, los dirigentes políticos se reunieron en las Termas de Chillán y elaboraron las listas de candidatos, por lo que la elección, en la práctica, se hizo innecesaria. Este fue el origen del llamado Congreso Termal.
La renuncia de Ibáñez
El gobierno de Ibáñez se caracterizó por su frenética actividad, que lo llevó a realizar un programa de obras públicas nunca antes visto. Sin embargo, el alto nivel de endeudamiento público y la errada política monetaria del gobierno frente a la gran crisis mundial de 1929, hicieron inmanejable la política económica y llevaron a un colapso fiscal, productivo y financiero. En 1931, el apoyo al gobierno era nulo; las multitudes descontentas salieron a las calles y los estudiantes universitarios, junto con los profesionales, iniciaron una gran huelga. El movimiento se hizo incontrolable y el presidente Ibáñez se vio obligado a renunciar. Cedió el poder al presidente del Senado, Pedro Opazo Letelier (26 de julio de 1931), y se exilió en Argentina.
Hueso duro de roer
Tras volver del exilio en 1937, Ibáñez se presentó a las elecciones presidenciales del año siguiente, con el apoyo del movimiento nacionalsocialista. Sin embargo, debió renunciar tras un fracasado golpe de Estado que intentó un grupo de jóvenes nazistas y la subsiguiente matanza del Seguro Obrero, en la que la policía asesinó a los golpistas que ya se habían rendido. Aunque Ibáñez acabó por apoyar a Pedro Aguirre Cerda, el candidato del Frente Popular, en la siguiente elección presidencial de 1942 se presentó apoyado por la derecha contra la coalición de centroizquierda, que venció con su candidato Juan Antonio Ríos. No se dio por vencido y volvió a la política, esta vez como senador, en 1949, por el partido Agrario Laborista, preparándose para la siguiente elección presidencial.