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Casi todos los Cuerpos de Bomberos del mundo se institucionalizan a raíz de un incendio descomunal que hiere la conciencia pública y que obliga a la comunidad a reaccionar, recurriendo para ello a algún modelo organizativo de aquellos disponibles en la cultura comunitaria de que se trate.

Fue así como en Chile, el primer Cuerpo de Bomberos basado en voluntarios nació en 1851 en el puerto de Valparaíso, según algunos autores con fuerte raigambre en los valores republicanos y orgánicamente basado en brigadas bomberiles existentes en los Estados Unidos desde el siglo XVIII.

El modelo de Valparaíso, en cuanto al diseño organizativo y miembros voluntarios, sería más tarde replicado por entidades semejantes en todo el país: Cuerpos de Bomberos voluntarios.

Antes de la existencia de estos Cuerpos, en el país los siniestros eran enfrentados por serenos, policías y por el público en general, desde luego sin equipamientos ni preparación especiales. Y aunque existen indicios documentados de que hubo iniciativas estatales destinadas a formalizar este servicio, aquellas no pasaron de la intención o de la enunciación.

Los primeros Bomberos Voluntarios

Bombero

Uniforme de la Primera Compañía de Bomberos (Museo del Cuerpo de Bomberos de Santiago).

Los nacientes Cuerpos formaron sus filas con los miembros de una aristocracia de comerciantes y mineros, de ideas progresistas y tendencias liberales, que encuentran en el servicio filantrópico un modo de materializar inquietudes éticas y sociales. Ser bombero, en esos tiempos, era sinónimo de pertenecer a la mejor sociedad, y cada uno de ellos estaba dispuesto a hacer generosos donativos para dotar a sus Compañías de cuarteles y equipos, o para financiar el costo de los «auxiliares» que, en la práctica, efectuaban muchas veces el trabajo bomberil propiamente tal.

Surgieron también durante aquellos años las llamadas «Compañías de Colonia», integradas por inmigrantes o hijos de inmigrantes. Ellos dotaron a sus comunidades de un servicio que en muchos casos conocían en su país de origen y, por otra parte, lograron una forma de asociación que les facilitó conservar la identidad nacional sin debilitar su proceso de real integración a este Nuevo Mundo. También en este caso, los bomberos «de Colonia» disponían, con relativa facilidad, de los recursos materiales que su tarea requería.

Carro-bomba a vapor

Carro-bomba a vapor «Merryweather y Sons» de la Primera Compañía, 1868.

Durante la segunda mitad del siglo XIX, período comprendido entre 1851 y 1899, surgieron sólo 35 Cuerpos de Bomberos. El prestigio y la solvencia financiera de sus miembros, que permitía adquirir modernos equipos, así como la dedicación esforzada y sincera al servicio, les dio gran prestigio. En ese contexto, la historia de Chile consigna interesantes y curiosos hechos protagonizados por esas asociaciones voluntarias durante la Guerra del Pacífico y la Revolución del 91.

Los cambios del siglo XX

Las profundas transformaciones que Chile experimenta en el siglo XX afectan también a su Bomberos, siendo las principales de ellas los procesos de urbanización, mesocratización, el crecimiento de las ciudades y la industrialización.

La urbanización: En los inicios del siglo pasado, la población se concentraba en el campo, mientras que un porcentaje menor habitaba en pequeñas ciudades.
Entre los años 1930 y 1970, numerosos villorrios rurales se convirtieron en agrupaciones urbanas, que como tales requerían de un servicio bomberil.
Así, el número de asociaciones bomberiles se duplica en sólo 30 años (de 1900 a 1929), llegando hacia 1969 a constituir un total de 234 Cuerpos de Bomberos.
Al final del siglo XX sólo un 15% de los chilenos continúa viviendo en el campo.

La composición social: los nuevos Cuerpos de Bomberos ya no cuentan con la rica aristocracia del siglo XIX, sino que empiezan a ser integrados mayoritariamente con hombres que provienen de la naciente clase media (funcionarios públicos, profesores, pequeños empresarios, profesionales). Más tarde surgen los Cuerpos basados esencialmente en trabajadores: campesinos, pescadores, pequeños mineros y artesanos, quienes se hacen bomberos para proteger directamente las vidas y bienes de sus familias. A ellos se suman, en las grandes ciudades, los estudiantes, que aunque provengan de familias acomodadas, carecen de recursos propios.
En consecuencia, los Cuerpos de Bomberos ya no pueden financiar sus equipos y operación con la contribución de sus propios miembros y comienzan a depender, cada vez más, de los eventuales aportes externos. Por ello y especialmente en el caso de las localidades pequeñas o apartadas, los bomberos tienen una subsistencia cada vez más difícil.

El tamaño de las ciudades: la urbanización implicó también un rápido crecimiento del tamaño de las ciudades tradicionales. Las nuevas poblaciones instaladas en la periferia, son las que presentan mayores riesgos, tanto por los materiales ligeros que se emplean en su construcción, como por el deficiente abastecimiento de agua para combatir los incendios. En ese escenario, Bomberos debe proteger un territorio cada vez más extenso, lo que hace necesario construir nuevos cuarteles, reubicar compañías o fundar otras nuevas, dotándolas de material adecuado.

La industrialización: el país no sólo aumenta en población. También su economía se modifica, iniciándose un proceso de industrialización y modernización, que en nuestros días adquiere su máxima expresión. Este progreso, sin embargo, implica nuevos riesgos para la población, y una parte significativa de ellos deben ser asumidos por Bomberos.

Siglo XXI: Bomberos de Chile

Hacia fines de la década de 1960, la situación financiera de la mayoría de los Cuerpos surgidos en este siglo, e incluso de algunos de los más grandes y antiguos, era francamente crítica. Esto implicaba carencia de carros y equipos, lo que a su vez hacía perder la motivación y dificultaba la captación de nuevos Voluntarios.

En este marco surgió, por iniciativa de Guillermo Morales Beltramí, a la sazón superintendente del Cuerpo de Bomberos de Santiago, la idea de dar a los Cuerpos de Bomberos de Chile una estructura nacional que coordinara sus esfuerzos. La nueva Institución se denominó inicialmente Junta Coordinadora, adoptando posteriormente el nombre de Junta Nacional de Cuerpos de Bomberos de Chile, para ser llamada en la actualidad Bomberos de Chile.

Su labor ha estado orientada hacia la búsqueda de la unidad bomberil, en un marco de regionalización que evite el centralismo, garantizando la real participación de todos los Cuerpos en un proceso de crecimiento equilibrado y equitativo.

Fuente: Bomberos de Chile

El primer mártir de Bomberos de Chile

El primer mártir del Cuerpo de Bomberos de Chile es el Teniente Tercero Eduardo Farley, perteneciente a la Décima Compañía de Bomberos de Valparaíso.

El Teniente Farley falleció el 13 de noviembre de 1858 en un incendio declarado en la calle del Cabo, hoy Esmeralda. Las crónicas de la época cuentan que el Teniente Farley se encontraba intentando cortar el fuego, que afectaba entre otros edificios a la fábrica de muebles «La Americana», cuando sufrió la caída desde una considerable altura golpeándose fuertemente el cráneo y la columna vertebral, quedando moribundo y falleciendo dos días después producto de las lesiones recibidas. Con este lamentable hecho se inició un listado de gloriosos nombres que han escrito con su sublime existencia las páginas más destacadas de la historia de la institución.

Tenderini, el primer mártir de Santiago

El incendio del Teatro Municipal, a fines de 1870, es una jornada dolorosa para el Cuerpo de Bomberos de Santiago, ya que ese día fallece uno de sus hombres, convirtiéndose en el primero que sacrifica su vida en el cumplimiento del deber.

Germán Tenderini, hombre de origen italiano, se dedicaba en su patria a la industria de los mármoles. Se distinguió por su espíritu generoso y filantrópico, prestando valiosos servicios durante una epidemia de cólera.

La corona italiana, como una forma de agradecer la nobleza y abnegación de don Germán, le confirió el título de barón. Pero Tenderini rechazó el homenaje.

Cuando llegó a Chile, siguió con el negocio que tenía en Italia, especializándose en la elaboración de obras de arte en mármoles importados de Carrara.

A pesar de encontrarse lejos de su país, Germán Tenderini no abandonó su espíritu filantrópico. Promovió así la fundación y desarrollo de diversas sociedades de obreros y talleres-escuelas para niños desvalidos, que aprendieron con él a trabajar en marmolería.

Formó parte del Cuerpos de Bomberos de Santiago encontrando la muerte en el incendio del Teatro Municipal, el 8 de diciembre de 1870.

La tragedia

El 8 de diciembre de 1870 comenzaron a sonar las campanas de emergencia de bomberos en la capital. El incendio se había originado en el Teatro Municipal, después de una función de la cantante lírica Carlota Patti. Los relatos cuentan que cuando el espectáculo llegó a su fin, el telón al caer rompió con sus extremos una cañería de gas de alumbrado. El personal del Teatro recorrió todo el escenario buscando el sitio exacto de la avería. Se sospecha que la llama de un farol encendió el gas acumulado. Todos los elementos que se encontraban sobre el escenario eran altamente inflamables por lo que el fuego se propagó con mucha rapidez.

Al rescate concurrieron, entre otros, el teniente Germán Tenderini y el voluntario Arturo Villarroel, pertenecientes ambos a la Compañía de Salvadores y Guardia de Propiedad. Juntos a ellos se encontraba Santos Quintanilla, empleado del Teatro, quien se había dirigido hacia el escenario intentando extinguir el foco del incendio.

Cuando el incendio fue sofocado los voluntario pasaron lista. El único que no respondió fue Tenderini. Su cuerpo fue encontrado calcinado dos días después entre los escombros de Teatro Muncicipal. Cercano a él se encontró a Quintanilla.

Había muerto el primer mártir de Bomberos de Santiago en un acto servicio. En homenaje la compañía que integraba fue bautizada con su nombre.


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