La festividad
La festividad cristiana de la Pascua de Resurrección está relacionada con muchas tradiciones precristianas. Eran frecuentes, en el mundo pagano, las celebraciones durante el día del equinoccio de primavera algunas de cuyas tradiciones se mantiene hoy, como los huevos de pascua, originalmente pintados con brillantes colores para representar el sol de la primavera.
El origen de estas celebraciones, así como sus historias y leyendas, parten de fiestas semejantes en las religiones antiguas. La antigua Grecia conmemoraba la vuelta de Perséfone, hija de Deméter, diosa de la tierra, desde las profundidades del Infierno a la superficie terrestre; simbolizaba la resurrección de la vida en primavera tras la desolación del invierno. Muchos pueblos antiguos comparten leyendas parecidas. Los frigios creían que su omnipotente deidad se iba a dormir durante el periodo del solsticio de invierno y ejecutaban ceremonias con música y baile en el equinoccio de primavera para despertarla.
La fiesta cristiana de Pascua de Resurrección probablemente incorporaba una serie de tradiciones convergentes; los estudiosos destacan la relación original de la Pascua de Resurrección con la fiesta judía de Pascua, o Pesach. Los primeros cristianos, muchos de ellos de origen judío, eran educados en la tradición hebrea y consideraban la Pascua de Resurrección como un nuevo rasgo de la fiesta de Pascua judía, una conmemoración del advenimiento del Mesías como anunciaron los profetas.
La fecha de Pascua de Resurrección
Muchos se preguntan ¿por qué la pascua cambia de fecha cada año?. La razón es la conexión entre la pascua judía y la cristiana y la diferencia entre el calendario judío y el nuestro.
Los judíos comen el cordero pascual la víspera del 15 de Nisan (el primer mes del calendario judío). Jesús celebró la pascua (la última cena) según la costumbre judía, o sea, el 14 de Nisan, murió en la cruz el 15 de Nisan y resucitó el domingo siguiente, que ese año fue el 17 de Nisan.
Pero es muy difícil pasar una fiesta antigua del calendario judío (lunar) al nuestro (solar). El calendario judío es lunar (tiene 354 días y se basa en las fases de la luna) mientras que el nuestro es solar. Cada cuatro años los judíos intercalan un mes a su calendario, no según un método definido sino arbitrariamente por orden del Sanedrín. Esto dio lugar a numerosas controversias sobre la fecha para la celebración de la pascua. Los judíos cristianos continuaron usando el calendario judío para la pascua: El viernes santo lo celebraban el 15 de Nisan y la pascua de resurrección el 17 de Nisan (fuese o no domingo).
En el resto del imperio, sin embargo, se tomó en consideración que Jesús históricamente resucitó el domingo y todos los domingos se celebra a la fiesta de la Resurrección. Por eso se optó por celebrar La Pascua el primer domingo después de la primera luna llena después del equinoccio de primavera. La Iglesia Romana se basa en la autoridad de San Pedro y San Pablo. Pero no todos los cristianos celebraban el mismo día la pascua. Por otra parte, ya desde el siglo III se consideraba que, según el calendario romano, Jesús murió el 25 de marzo y resucitó el 27 (Computus Pseudocyprianus, ed. Lersch, Chronologie, II, 61). Algunos obispos celebraban esas fechas fijas. El Primer Concilio de Nicea (325) decretó que la práctica romana debe observarse en toda la Iglesia. Los ortodoxos celebran la pascua otra fecha porque siguen el calendario Juliano (ortodoxo ruso). La fecha de la fiesta de Pascua católica fluctúa entre el 22 de marzo y el 25 abril. En referencia a ella se calculan las otras fiestas movibles del calendario litúrgico.
La Resurrección
Al amanecer del día posterior al sábado, María Magdalena, Salomé, Juana y la otra María, la madre de Santiago, fueron al sepulcro. Querían terminar de ungir el cuerpo de Jesús, cosa que no habían podido hacer cuando Él murió por la proximidad del sábado. Clareaba el sol en el horizonte cuando las mujeres llegaron al sepulcro.
Entonces, un gran terremoto estremeció la Tierra y un ángel del Señor bajó del cielo. Brillaba como un relámpago y sus ropas eran más blancas que la nieve. Acercándose, removió la roca de la entrada de la tumba y se sentó sobre ella. Al ver esto, los guardias se aterraron tanto que cayeron como muertos. El ángel tranquilizó a las mujeres y les dijo: «No teman. Sé que buscan a Jesús, el crucificado. Él ya no está aquí: ha resucitado, como Él lo había anunciado. Vayan y díganselo a sus discípulos. Díganles que Él los encontrará en Galilea».
Las mujeres, llenas de alegría, corrieron a ver a los discípulos y a contarles la buena noticia. Pedro y Juan fueron al lugar y comprobaron que, efectivamente, el cuerpo de Jesús había desaparecido. Admirados y sin saber bien qué pensar, ambos regresaron a casa, y esperaron. Pero María Magdalena fue a la tumba una vez más. Estaba triste y confundida. Se preguntaba si verdaderamente Jesús había resucitado o si alguien se habría robado su cuerpo.
Se puso a llorar frente al sepulcro vacío. De pronto, vio a dos ángeles sentados en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntaron:»Mujer, ¿por qué lloras?». «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto», fue su respuesta. Entonces se volvió y vio a un hombre parado allí. Era Jesús, pero ella no lo reconoció.
Él le preguntó:»¿Por qué lloras? A quién buscas?». Pensando que se trataba del hombre que cuidaba el jardín del cementerio, María le dijo:»Señor, si te lo has llevado, dime dónde lo has dejado y yo me haré cargo de Él». Jesús dijo su nombre:»¡María!». Al escuchar su nombre de boca de Jesús, lo reconoció de inmediato.»¡Maestro!», exclamó y se acercó a Él para tocarlo. Pero Jesús la detuvo:»No me toques, porque aún no he ido con mi Padre. Ve y dile a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre y a su Padre, a mi Dios y a su Dios’». Y así lo hizo María Magdalena.