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Este pueblo agricultor habitaba entre los ríos Copiapó y Choapa.

En la región de los valles transversales, entre los ríos Copiapó y Choapa, habitaban los diaguitas, pueblo agricultor con una organización conocida como sociedad dual (atribuida a la influencia incaica), que se dividía en dos mitades: la de arriba, hacia la cordillera y la de abajo hacia el mar.

Hacia el 2.500 a.C., éstos desarrollaron una agricultura basada en los cultivos de porotos, calabazas y maíz. Entre el 300 a.C y el 700 de nuestra era, floreció un complejo cultural que ha sido denominado El Molle por los arqueólogos.

Éste se caracterizó por el desarrollo de una alfarería de motivos geométricos, una economía agroganadera sustentada en el uso de sistemas de regadío y un patrón de asentamiento semiestable en los valles y en la costa.

Entre el 800 y el 1.000 de nuestra era surgió un nuevo complejo cultural de transición denominado Las Ánimas, el que luego evolucionó hasta convertirse en la cultura Diaguita, denominada así por la aparente coincidencia de motivos alfareros con la cultura homónima de los valles del noroeste argentino.

De su agricultura, más específicamente de sus cultivos, se sabe que estos se realizaban en el fondo de los valles, siendo irrigados por canales artificiales. De este modo, obtenían cosechas de maíz, papa y algodón, este último utilizado para la fabricación de ropa. La ganadería practicada era de tipo trashumante, lo que significa que en verano los animales eran llevados a pastar a la cordillera y en invierno a la costa, donde además se proveían de peces, mariscos y animales marinos.

Las construcciones que utilizaban para vivir eran chozas agrupadas en aldeas pequeñas, hechas de ramas cubiertas de barro y techo de paja, a las que se sumaban unas bodegas subterráneas empleadas para almacenar maíz y otros alimentos.

Se desconoce cuáles eran sus prácticas religiosas, pero se piensa que creían en la existencia de una vida extraterrenal, por el cuidado que ponían al momento de enterrar a sus muertos, depositando cántaros con alimentos y otras ofrendas. Con el tiempo, fueron mejorando la calidad de las sepulturas, hasta confeccionar verdaderos ataúdes de piedra.

Los diaguitas fueron expertos artesanos, tanto metalúrgicos como alfareros, e incorporaron a los adornos de oro y plata, piedras semipreciosas como el lapislázuli. Su cerámica destaca por sus vasijas decoradas con diseños geométricos en rojo, blanco, amarillo y negro, especialmente aquellas conocidas como jarro-pato y una forma de jarrón adoptada de los incas llamada aríbalo.

En el último tercio del siglo XV los incas impusieron su dominio sobre los pueblos diaguitas, designando kurakas ?funcionarios imperiales- y estableciendo colonos traídos desde diversos lugares del imperio.

La conquista española significó un golpe de muerte para los diaguitas, que fueron compelidos a la servidumbre a través del sistema de encomiendas y reducidos a pueblos de indios, los que a mediados del siglo XVIII habían virtualmente desaparecido merced a la expansión de las grandes haciendas en los valles.

Cultura el Molle

El arqueólogo Francisco Cornelly descubrió esta fascinante cultura en el poblado El Molle, ubicado en las adyacencias del río Elqui, el cual data entre 300 a.C y el 700 de nuestra era.

Expertos sostienen que los habitantes de esta cultura llegaron desde el otro lado de la Cordillera de los Andes y en los Valles del Norte Chico (cerca del río Elqui) y se mezclaron con las poblaciones arcaicas, por lo que se fundieron características físicas y culturales del Antiguo Perú y el Noroeste Argentino.

También se afirma que los mollenses consolidaron el primer grupo cultural-alfarero. Entre los objetos que utilizaron se encuentran diversos tipos de cerámicas negras y rojas, el tembetá (un adorno fabricado de piedra que se introducía en una perforación practicada para este fin debajo del labio inferior), anillos, brazaletes, pinzas, pendientes, conchas y huesos. Igualmente, domesticaban animales.

El cobre fue trabajado por procedimientos de fundición y martillaje, fabricándose pinzas para depilar, brazaletes, anillos y pendientes. Posteriormente se incorporó el trabajo del oro y plata y las técnicas de laminado, trefilado, repujado y aleación.

Se cree que dicha cultura desapareció alrededor del año 700 d.C.


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