El Tiranosaurio rex, depredador que vivió en el Cretácico tardío, cuyo nombre significa «lagarto tirano«, fue el más grande y aterrador de los carnívoros que se haya conocido. Medía 14 metros de largo y seis de alto y pesaba alrededor de siete mil kilos.
Su pesada cabeza alcanzaba más de un metro de longitud y se unía a un corto y musculoso cuello. Las poderosas mandíbulas poseían unos dientes afilados que estaban hacia atrás para sujetar mejor sus presas.
El contraste de las largas patas que tenían tres garras afiladas hacia adelante y otra hacia atrás y las extremidades delanteras con dos dedos, era notorio. Sin embargo, aunque las manos parecían demasiado débiles los paleontólogos aseguran que, como terminaban en garras las utilizaba a manera de ganchos, para agarrar a sus víctimas y también para llevarse la comida a la boca.
Sus primeros fósiles se encontraron en Montana, EE.UU., y luego en Asia.
Depredador implacable
Existen varias hipótesis de cómo cazaba el Tiranosaurio rex o Tyranosaurus. Primero se dice que con su cola compacta y larga agarraba a los dinosaurios comedores de plantas, tales como los Hadrosaurios (picos de pato). A ellos, les perforaba su cuerpo con sus dientes aserrados y después les giraba la cabeza de un lado a otro para cortar la carne.
Otra táctica consistía en acechar y después de una corta persecución, atacar con las mandíbulas completamente abiertas, consiguiendo derribar a su víctima.
Algunos exámenes a sus patas han comprobado que efectivamente era un animal rápido, capaz de alcanzar velocidades de hasta 60 km por hora. Sin embargo, algunos científicos no están de acuerdo con esta teoría, ya que ellos creen que se movía lentamente y que únicamente comía carroña (carne en descomposición).
La última tesis dice que quizás rugía o graznaba para llamar a sus crías y para mantenerse en contacto con otros miembros de su grupo porque posiblemente solo en grupo seguía a manadas migratorias de dinosaurios con cuernos.
Los dientes del Tiranosaurio rex
Eran muy largos, podían llegar a medir unos 18 centímetros y estaban afilados como cuchillos. Como eran sólidos, se ha llegado a pensar que no solo los ocupaba para masticar carne fresca, sino también carroña. Cuando un diente envejecía, se caía y al poco tiempo aparecía otro nuevo.