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Este terópodo carnívoro, de la orden de los Saurisquios, vivió en el periodo Cretácico tardío. Junto a su pariente más cercano, el Tyranosaurus, son considerados hasta hoy como los depredadores más agresivos.

El Albertosaurus medía nueve metros de largo y tres y medio de alto y pesaba más de tres mil kilos. Tenía una gran cabeza, con una poderosa mandíbula con varias hileras de dientes afilados en forma de sierra, que eran capaz de desgarrar y triturar de un solo mordisco el cuello de sus víctimas.

Sus largas y musculosas patas traseras poseían tres garras que eran más bien puntiagudas y una cuarta más pequeña, por lo que los expertos suponen que las utilizaba para atacar a sus presas. Las extremidades delanteras eran débiles
y demasiado cortas, ya que tenían solamente dos dedos con garras funcionales y no tres, como eran el común de los terópodos. Sin embargo, con ellas sujetaba firmemente a sus presas que normalmente eran dinosaurios más pequeños. Pero cuando eran dinosaurios herbívoros, se abalanzaba sobre ellos mientras pastaban.

Gran peso

Las largas patas traseras y la poderosa cola sostenían el enorme peso del cuerpo de este dinosaurio. También, poseía una segunda serie de costillas, bien desarrolladas, en la zona del vientre.

Una de las posibles explicaciones paleontológicas sobre esto es que estas costillas podrían ayudar a impedir que las entrañas (órganos interiores del cuerpo) se aplastaran por el enorme peso del cuerpo cuando se recostaba para descansar. Cuando se ponía de pie, los pequeños brazos frenaban al cuerpo para que no se deslizara hacia adelante, hasta que asumía la posición bípeda (dos pies).

Descubrimiento de fósiles

Los primeros fósiles de este dinosaurio fueron hallados en Alberta, Canadá, en 1884 por Joseph Burr Tyrrell y más tarde en Montana, EE.UU.

Mal corredor

Los científicos aseguran que el Albertosaurus era un depredador poco veloz por su pesado cuerpo, por lo tanto, la manera de atrapar a sus víctimas era distinta a la de otros terópodos. Este acechaba a sus presas cuando estas estaban despistadas. Una vez situado lo suficientemente cerca, clavaba sus poderosas mandíbulas sobre el cuello y propinaba un contundente golpe con sus poderosas patas.


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