La refracción y la adaptación
El ojo y sus estructuras realizan dos actividades fundamentales para la visión: la refracción y la adaptación. La primera consiste en la desviación normal de los rayos de luz desde la córnea hasta la retina, la que es propiciada por los elementos transparentes del ojo (córnea, el humor acuoso, el cristalino y el humor vítreo). Esta desviación sirve para que la luz converja en la retina, de manera que pueda registrar y reflejar los impulsos luminosos de objetos de mayor tamaño. La adaptación es la capacidad que tiene el cristalino de modificar su forma, curvándose o estirándose para enfocar un objeto situado a menor o mayor distancia del globo ocular. Cuando se observa un objeto lejano, el cristalino se encuentra relajado y con forma alargada, mientras que al enfocar un objeto que está cerca se contrae y adopta una forma esférica.
Principales defectos de la visión:
La miopía: el miope ve mal de lejos y para leer tiene que acercarse. Se produce porque el globo ocular es demasiado alargado y las imágenes se forman delante de la retina.
La hipermetropía: el hipermétrope ve mal de cerca y se aleja para leer. El cristalino es muy plano y el ojo es demasiado corto y los rayos de luz llegan a la retina sin reunirse.
El astigmatismo: consiste en un defecto en la esfericidad del cristalino. En este caso la curvatura del cristalino es más potente en un plano que en otro. Por ejemplo, el horizontal sobre el vertical.
La presbicia: es la consecuencia de la falta de acomodación del cristalino, ya que este pierde elasticidad con el paso de los años. La persona siente la vista cansada.
¿Sabías que?
El ojo pestañea cada cinco segundos, aproximadamente. Entonces, suponiendo que una persona esté despierto 16 horas al día, parpadearía alrededor de 11.500 veces en ese lapso y 4.2 millones de veces al año.