Si miramos a nuestro alrededor, podremos observar que estamos rodeados de infinitos elementos de los que poco sabemos. Todo lo que forma parte de la naturaleza y del Universo está constituido por algún tipo de materia, la que es capaz de transformarse y adoptar diversos tamaños y formas.
La física es la ciencia que se encarga de los componentes que forman nuestro Universo, de las fuerzas que estos ejercen entre sí y de los efectos que provocan estas fuerzas. Esta ciencia está estrechamente relacionada con el resto de las ciencias naturales.
Los comienzos
Durante la antigüedad, los chinos, babilonios, mayas y egipcios se dedicaron a observar los movimientos planetarios; sin embargo, no fueron capaces de concluir por qué se producían. Más tarde, los filósofos griegos sacaron a la luz dos ideas sobre los elementos que componen el Universo, que se convertirían en algo trascendental. Una fue el atomismo (postulado por el pensador griego Leucipo en el siglo IV a.C.) y otra, opuesta a la anterior, la teoría de los elementos, formulada un siglo antes.
La teoría del atomismo clásico postula que el “todo” se compone exclusivamente de partículas indivisibles llamadas átomos, los que poseen únicamente las propiedades de tamaño, forma, impenetrabilidad y movimiento. Y lo más importante: no pueden atravesarse ni dividirse.
La teoría de los elementos, formulada por Empédocles en el siglo V a.C., postulaba cuatro elementos o raíces del ser como principio de la materia: fuego, aire, agua y tierra.
En el siglo III a.de C., en Alejandría, el centro científico de la civilización occidental en esa época, el matemático, físico e inventor griego Arquímedes enunció el llamado principio de Arquímedes (este dice que un cuerpo sólido sumergido en un líquido es impulsado hacia arriba con una fuerza equivalente al peso del líquido que desplaza) y diseñó diversos aparatos.
Durante la Edad Media no se observaron grandes adelantos científicos en el campo de la física; sin embargo, después del Renacimiento, a fines del siglo XVI y comienzos del XVII, cuatro astrónomos fueron los responsables de interpretar el movimiento de los cuerpos celestes, convirtiéndose en los más famosos físicos de la historia:
– Nicolás Copérnico: propuso el sistema heliocéntrico, en que todos los planetas, incluida la Tierra, giraban alrededor del Sol. Antes de él imperaba el sistema geocéntrico (que postulaba que todos los cuerpos celestes, incluido el Sol, giraban en torno a la Tierra.
– Tycho Brahe: concluyó que eran cinco los planetas que giraban en torno al Sol (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno) y que, a su vez, este nuevo sistema solar giraba alrededor de la Tierra.
– Galileo Galilei: astrónomo, físico y matemático italiano. Sus investigaciones sobre las leyes de la naturaleza constituyen los fundamentos de la ciencia experimental moderna. Entre otras cosas, demostró que los objetos se demoran el mismo tiempo en caer, independientemente de su masa, y que su velocidad aumenta uniformemente con el tiempo de caída.
– Isaac Newton: fue uno de los grandes físicos de la historia. Sus tres leyes del movimiento fueron un aporte trascendental y la base de la física dinámica.