El 12 de abril de 1961, la Unión Soviética anunció que el cosmonauta Yuri Alexeyevich Gagarin había dado una vuelta a la Tierra a bordo de la nave Vostok I y regresado sin problemas. Pero no sólo los hombres pudieron compartir la ilusión de tripular un vehículo espacial, ya que en junio de 1963 la rusa Valentina Tereshkova se convertía en la primera mujer que cumplía dicha misión. Mientras tanto, los estadounidenses también habían mandado un hombre al espacio: el astronauta Alan Shepard, que viajó lanzado en trayectoria suborbital en la cápsula Mercury Freedom 7 el 5 de mayo de 1961 desde Cabo Cañaveral.
Posteriormente, en 1962, John Glenn no sólo fue el primer estadounidense en orbitar la Tierra, sino que además el primero en fotografiarla desde el espacio exterior con una cámara compacta de 35 milímetros.
El poderío espacial soviético, que a todas luces se vislumbraba considerablemente mayor, hizo que Estados Unidos desplegara un gran esfuerzo científico, tecnológico e industrial para lograr el objetivo que el presidente John Kennedy se había propuesto: conquistar el espacio. Ese mismo año anunciaba que antes de que terminara la década de los sesenta, Estados Unidos pondría un hombre en la Luna.
Luego de que los satélites Lunik 1 y 2 (soviéticos) se acercaran a la superficie lunar con muy poco éxito, por fin la sonda Lunik 9 pudo alunizar (posarse en la Luna) en forma suave, en el llamado Océano de las Tempestades, una parte de la Luna que visto desde la Tierra se asemeja a un océano en estas condiciones.
Con el alunizaje se demostró que se podían asentar vehículos pesados sobre suelo lunar. La confirmación de que el hombre también podía pisar este territorio quedó registrada el 20 de julio de 1969, después que el Apolo 11 llevó a Edwin Aldrin, Michael Collins y Neil Armstrong desde Cabo Cañaveral rumbo a la Luna. Una vez en órbita alrededor de la Luna, Armstrong y Aldrin pasaron al módulo lunar Águila y descendieron en la superficie lunar. Armstrong fue el primero en bajar. Cuando tocó suelo selenita dijo: “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran paso para la humanidad”.
Los rusos, por su parte, concentraron sus esfuerzos en las naves Soyuz, que sirvieron como experiencia para que en abril de 1971 la décima misión de la serie atracara en la estación espacial Salyut 1, que había sido lanzada el 19 de abril de 1971. En junio de ese mismo año la nave Soyuz 11 repitió la hazaña y permitió que tres cosmonautas permanecieran en el Salyut 1 durante veintidós días. Posteriormente, vinieron las grandes naves no tripuladas Progreso, que solucionaron el problema del reabastecimiento.
En 1973 Estados Unidos lanzó el laboratorio Skylab, en el que se realizaron cuatro misiones hasta 1979. Esta colosal estación se construyó en parte aprovechando los restos del material desarrollado para las misiones Apolo, específicamente del cohete Saturno V, cuyo fin era dar el impulso definitivo a la nave Apolo hacia la Luna.
El Skylab era una estación cuatro veces más pesada que las Salyut soviéticas, con un espacio habitable de 350 m2. Se encontraba formada por tres módulos: un gran taller orbital con un espacio para el alojamiento de los astronautas, una cámara de descompresión para poder acceder al exterior, y un módulo de atraque con dos puertos, uno de los cuales se utilizaba para situaciones de emergencia.
La estación Skylab contó con tres misiones que permanecieron durante 28, 59 y 84 días, cada una con tres astronautas de la NASA (National Aeronautics & Space Administration). La primera misión tuvo que realizar tareas de reparación importantes, cuyo objetivo fue hacer habitable la estación. Durante las siguientes misiones se llevaron a cabo variadas investigaciones científicas, que incluyeron más de cien trabajos relacionados con la observación solar, fabricación de materiales, astrofísica y experimentos médicos para estudiar la adaptación del ser humano a condiciones de baja gravedad.
El Skylab reentró en la atmósfera en julio de 1979. Aunque la NASA tenía la intención de mantener la estación en órbita, elevándola mediante la ayuda del transbordador espacial, la alta actividad solar aceleró su caída antes de que la nave pudiera estar en condiciones operativas.
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