Planeador porque para volar no necesita un motor como sucede con los aviones, ni ser más ligero que el aire, como lo son por ejemplo los globos. Ultraligero porque pesa menos que el piloto que lo conduce y permite el despegue y el aterrizaje a pie, sin ayuda y sólo con nuestros propios medios.
Flexible porque está compuesto por tejido y materiales textiles que no conforman ninguna estructura rígida, la magia del parapente permite que un montón de metros de tela, metida en un a mochila, se conviertan en una verdadera ala tras unos minutos de preparación.
Su vuelo obedece a las fuerzas aerodinámicas que aparecen como fruto del movimiento del ala del parapente en el seno del aire. Este desplazamiento provoca una corriente de aire que denominamos viento relativo y que es el origen de todas las fuerzas aerodinámicas.
Para obtener esta velocidad sin ninguna energía o medio de propulsión externo, aprovechamos la mismísima fuerza de gravedad, para desafiarla poco después con nuestro vuelo.
El planeo no es otra cosa que transformar una altura en una distancia gracias al vuelo. Irremediablemente, el vuelo de planeo termina cuando ya hemos consumido esa altura. Por suerte el aire no es inerte y se está moviendo constantemente. Los movimientos propios del aire son estudiados por la meteorología, y algunos fenómenos meteorológicos permiten alargar dicho planeo hasta límites insospechados. Es lo que se llama las ascendencias.
Historia del parapente
El parapente es algo nuevo, sin embargo sus orígenes se confunden con el de otros deportes y sectores aeronáuticos.
Son protagonistas de esta pequeña historia del parapente: los pioneros de la aviación anónimos o conocidos, los ingenieros que trabajaban para la NASA en los proyectos de recuperación de las cápsulas espaciales, los paracaidistas que un buen día cambiaron el avión por la montaña, los montañeros al enterarse de que quizás no siempre tendrían que bajar andando los picos una vez conquistados y todos aquellos valores que, desde posiciones aventajadas (como el vuelo libre en Ala Delta), se decidieron a subirse a esas alas de cuerdas y tela.
Podemos empezar por los tópicos, que si Icaro y la mitología, Leonardo da Vinci y sus visionarias aportaciones, pero, hasta Lilienthal, Wright, y al menos conocido Plazt, no podemos hablar del nacimiento de la aviación ligera y por consanguinidad, del Parapente.
Los trabajos de Plazt, en Holanda durante 1922, sobre una vela no rígida con control aerodinámico sobre superficies de tela, constituyen quizás la primera referencia documentada que tenemos sobre un planeador flexible verdaderamente ligero y funcional.
A finales de los años 50, Francis Rogallo patentó numerosas variantes de desarrollos de cometas; unos años más tarde vino la inyección de medios humanos y económicos de la NASA.
Como la agencia espacial estaba más interesada en los paracaídas que en las cometas «Flex-Wing» de Rogallo, junto a las alas de tela metálica con tubos inflables, en 1968 se probaron y desarrollaron los paracaídas cuadrados, con celdas infladas por el viento producido al descender a cierta velocidad.
La NASA optó finalmente por las campanas semi-esféricas, y el paracaidismo civil y militar enseguida se benefició de aquellos diseños. Pocos años más tarde, el Surf compartía las costas californianas con las primeras alas delta y en Australia remolcaban con lanchas aquellas alas flexibles. Eran los locos años 70 en la nueva aviación deportiva.
Llegamos al año 1978, los fabricantes de las alas delta han dirigido sus pasos hacia las prestaciones y la seguridad. De una práctica escandalosa y divertida, se ha pasado a un auténtico deporte practicado en todo el mundo.