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La Tercera, 8.10.2006
Por Juan Antonio Guzmán. Director de empresas.

Hace ya algunos meses, casi inmediatamente después de la marcha de los autodenominados pingüinos, comentamos en esta columna algunas ideas sobre lo que se debería hacer en educación. A la luz del debate producido, me atrevería a decir que esos puntos son hoy de consenso entre al menos un grupo importante de especialistas en educación. Comentábamos en ese artículo la importancia de dar a los establecimientos educacionales la necesaria libertad para la administración de los recursos humanos, sin la cual ninguna organización de personas puede gestionarse con buenos resultados y que hoy es entorpecida por las rigideces del Estatuto Docente, que en la práctica establece la inamovilidad de los profesores.
También hacíamos referencia a la urgente necesidad de una asignación más eficiente de los recursos entregados al sector educación, aumentados en 10,6% real en el Presupuesto del próximo año. Finalmente, comentábamos la necesidad de revisar los actuales contenidos mínimos de las asignaturas, que son demasiado extensos, por lo que difícilmente pueden ser enseñados en su totalidad, además de impedir la existencia de proyectos educacionales propios que tengan contenidos complementarios a los mínimos exigidos.
Quisiéramos agregar a los planteamientos anteriores algunas ideas adicionales y complementarias que, a nuestro juicio, contribuirían a mejorar la calidad de la educación. En primer lugar hay que hacer la distinción entre instruir (erudición en el lenguaje de los antiguos romanos, que ya hacia la diferencia) y educar. Debemos entender el proceso de instrucción como aquel relativo a la entrega de conocimientos, es decir, lo que los alumnos deben aprender y conocer, con el proceso de educar en su acepción referida al buen comportamiento de los individuos en una sociedad (buena educación se llamaba antes). No cabe ninguna duda que una parte importante de nuestros jóvenes estudiantes carece de las reglas mínimas de buen comportamiento, existiendo muchas veces una falta de respeto con el prójimo y, lo que es más grave, con los profesores. Existen hoy agresiones físicas (algunas con armas) de estudiantes a maestros que no tienen la debida sanción (o al menos no se conocen ni difunden). Se echan de menos los valores en buena parte de nuestros estudiantes.
En el mismo orden de ideas se habla mucho de derechos y poco o nada de deberes. Así  como existe el derecho a la educación de calidad (que se quiere consagrar mediante una ley, lo que ojalá se pudiera), debiera también existir el deber del estudiante de trabajar con esfuerzo y rigor para ser un estudiante de buena calidad. No se puede pretender tener estudiantes de excelencia si no se inculca en niños y jóvenes el esfuerzo. Albert Einstein decía que el trabajo científico era 10% de inspiración y 90% de transpiración.
Otro punto que nos parece relevante enfatizar es que la educación moderna no se puede circunscribir a la entrega de información, ya que hoy es posible que los estudiantes tengan incluso mayores conocimientos que el profesor en determinadas materias, producto de los medios informáticos y comunicacionales como internet y TV por cable (excluyo expresamente la TV abierta por razones obvias, basta mirarla). Por lo tanto, el gran desafío de los docentes es, primero, estimular y motivar a los estudiantes en el pensamiento crítico (la capacidad de tener ideas propias y capacidad de análisis y crítica) y también dónde y cómo buscar y sintetizar la enorme cantidad de información hoy disponibles en medios electrónicos. Saber buscar, sintetizar, analizar, criticar y tener ideas propias es el gran desafío de la educación moderna. Para materializar un proceso como el descrito es  necesario contar con los medios para acceder a las fuentes de información digitales. Por ello proponemos como una iniciativa urgente dotar primero a todos los profesores de Chile de computadores portátiles con acceso inalámbrico a la red, complementado con la  necesaria capacitación para navegar en ella, con la debida especialización en las materias propias de cada profesor.
El valor de una iniciativa como la propuesta, habida consideración de los cuantiosos recursos que el Estado asigna en el presupuesto para educación, no es para nada   exorbitante. Nicholas Negroponte, destacado académico del MIT, inició una campaña mundial tendiente a proveer un computador portátil por US$ 100 (ya hay países similares al nuestro, como Argentina, que se han comprometido en el proyecto). Hagamos algunos ejercicios numéricos. Considerando un universo de cien mil profesores a los cuales habría que entregar los equipos gratuitamente, esta iniciativa tendría un costo de US$ 10 millones. Si no quisiéramos esperar la concreción del proyecto de Negroponte, hoy día es posible conseguir equipos, comprados en grandes cantidades por unos US$ 500, lo que implicaría gastar del orden de US$ 50 millones, lo que representa menos del 1% del presupuesto de Educación del 2007. Si quisiéramos soñar un poco, podríamos entregar gratuitamente a todos los estudiantes de nuestro país un computador portátil por un costo de US$ 300 millones, que aproximadamente representa el impuesto del royalty a la minería a los actuales precios del cobre de dos años. Se imagina Ud., señor lector o lectora, el paso gigantesco que significaría para nuestra educación que todo nuestro sistema educacional pudiera tener toda la información disponible en el mundo.
Quisiera terminar diciendo que cualquier iniciativa para mejorar nuestra educación debe contar con el compromiso de todos: autoridades, profesores, alumnos, medios de comunicación, empresarios, trabajadores, pero muy especialmente es necesario que los padres y apoderados tomen conciencia que el bien más preciado que se puede dejar a los hijos es una buena educación.


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