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LA TERCERA Lunes 26 de febrero de 2007
Por : Elizabeth Simonsen

Más del 90% de los padres aspira a que sus hijos accedan a la universidad. Y con razón: en el país, el solo hecho de poseer un título universitario garantiza un mejor sueldo y, en la mayoría de los casos, ingresar al grupo del 20% más rico de la población.

Aún más, según concluyó una investigación realizada por los economistas de la  Universidad de Chile Dante Contreras y Sebastián Gallegos, Chile es el país del continente donde el mercado “premia” con mejores sueldos la mayor cantidad de años de escolaridad. Y como la educación superior todavía es privilegio de pocos, dicho fenómeno es una creciente causa de la desigualdad. Después de analizar trece países de la región, los economistas concluyeron que Chile es el país de esta zona donde el peso de la educación aumentó con más fuerza como factor de desigualdad en la última década.

Según el estudio, a principios de los 90, el 37% de la distribución del ingreso en Chile se explicaba por la educación y a inicios de la presente década, ese factor aumentaba al 48%. Esto sitúa al país bastante lejos de otras naciones, como Bolivia, donde el desigual acceso a la educación de su población explica el 36% de la desigualdad en los ingresos.

Baja la enseñanza media

En nuestro país, en la década analizada el retorno a la educación básica sólo aumentó un punto (de 8% a 9%) y el de la educación media bajó (de 15% a 13%), fenómeno que se experimenta en todos los países de la región, producto fundamentalmente de las políticas de aumento de cobertura de la educación secundaria (que alcanza a diez años promedio en los países).

“Dado que el capital humano se ha hecho más abundante, su precio se ha reducido”, concluyen los autores. Sin embargo, en Chile el premio respecto a la educación superior subió de 22% a 24%, esto es de efecto marginal sobre los salarios.

“Estamos en una economía de mercado, donde se paga según la productividad de un trabajador, y eso está influenciado por su nivel de escolaridad. Y como la gente lo sabe, hay una creciente demanda por acceder a la universidad”, explica Dante Contreras. Esto se ha visto reflejado, por ejemplo, en el hecho de que la matrícula de primer año de las universidades se ha duplicado en una década. Eso hará que en un mediano plazo, la educación superior se masifique, lo que podría incidir en el retorno, bajando el premio que paga el mercado por ella, con la consiguiente mejora en la distribución del ingreso. “Si el acceso a la universidad se masifica, se podría esperar una caída en el premio por seguir estudios superiores y, por tanto, un retorno mejor distribuido entre la población y una menor desigualdad en los ingresos”, añade Contreras.

Así ha sucedido al menos en tres países del continente en los que el retorno a la educación universitaria es menor y, por tanto, la desigualdad también es menor. Entre ellos figuran El Salvador, Uruguay y Argentina. A ello se agregan los casos de Colombia y Brasil, que experimentaban una fuerte desigualdad en ingresos y donde la brecha disminuyó debido a que justamente cayó el retorno a la educación universitaria.

El primero exhibe uno de los mayores aumentos en el promedio de años de estudio aprobados para toda la población, con lo que el retorno a la escolaridad cayó en 4% en todos los niveles educativos, especialmente en el primario.

Brasil experimentó el mayor aumento en los años de escolaridad de la región y como consecuencia de eso también se produce una baja moderada de la educación como factor de desigualdad.

Similar fenómeno ocurre en países desarrollados. Según un estudio del investigador del  CEP Harald Beyer, en Alemania, un universitario gana sólo 1,78 veces más de lo que gana un compatriota que sólo llegó a enseñanza básica. En Dinamarca la relación es de 1,65; y en el Reino Unido, 1,8. En Chile, en cambio, la proporción es de 6,67.

Dante Contreras : PHD en Economía y académico del Departamento de Economía de la Universidad de Chile

Investigador de los determinantes de la pobreza y la desigualdad, la economía de la educación y el impacto de las políticas sociales.

Ha sido consultor del PNUD y del Banco Mundial e integró el Consejo Asesor Presidencial de Educación.

Ha sido profesor e investigador asistente de universidades norteamericanas, como UCLA y de RAND Corporation.

Autor de libros como “Competencias básicas para la población adulta”, junto con David Bravo.

 


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