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LA TERCERA Domingo 18 de febrero de 2007
Por : Ximena Muñoz

Cuando un profesor enseña con técnicas innovadoras está haciendo una apuesta casi segura a que sus alumnos tendrán buenos resultados académicos. Y también, está dando a sus estudiantes la oportunidad de que aprendan motivados. Esa es la convicción con que la docente Patricia Hellberg diseñó los puzzles digitales que desde el 2005 se aplican sistemáticamente como metodología de enseñanza en un colegio de Puente Alto.

Y sus resultados han sido tan claros como rápidos: el rendimiento promedio en  Comunicación y Lenguaje subió entre un 25% y un 30%. Además, los alumnos mejoraron su comprensión lectora, su habilidad para establecer relaciones, su concentración, su vocabulario y su pensamiento crítico.

Un avance no menor frente al bajísimo nivel de excelencia que suelen exhibir los  estudiantes chilenos en estas materias. En la prueba internacional Pisa del año 2000, por ejemplo, el país tuvo un 20% de jóvenes ubicados bajo el nivel 1, lo que significa que no son capaces de utilizar la lectura como una herramienta para adquirir conocimientos y habilidades en otras áreas. Las conclusiones de esa evaluación fueron lapidarias: “La tarea más difícil para los jóvenes chilenos de 15 años es la de extraer información de un texto. Les resulta difícil la identificación de elementos como hechos, fechas, lugares o situaciones precisas descritas en él, como también el cotejar la información proporcionada en la pregunta con aquella que está de modo literal en lo que han leído”.

Intuitivo, pero Efectivo

Cuando Patricia Hellberg decidió crear los puzzles digitales fue más por intuición que por una certeza científica sobre el aporte que podría tener este tipo de pasatiempos en la enseñanza. Pero la idea de esta profesora de matemáticas era que los crucigramas necesariamente debían incentivar el aprendizaje lúdico y simbólico, y ayudar a desarrollar el pensamiento lógico. El tiempo le dio la razón: “Uno observa que ahora los alumnos preguntan más en clases, pueden colegir el significado de las palabras con mayor facilidad  y, algo muy necesario, empiezan a comprender las instrucciones de los profesores; sólo con leer sistemáticamente las pistas del crucigrama”, comenta.

La metodología la diseñó junto a la profesora de comunicación y lenguaje: todos los textos de lectura obligatoria son evaluados primero utilizando el puzzle digital y luego con una prueba de desarrollo. Con un tiempo prudente, la maestra de Comunicación le entrega una lista de términos clave de La Ilíada o El Lazarillo de Tormes, por ejemplo. Ella las agrega a otras decenas de palabras para completar las cuadrículas y hace las 450 fórmulas  matemáticas que tiene cada crucigrama con sus pistas o instrucciones respectivas. Luego traslada todo a una planilla excel y asigna el color celeste a las celdas que se refieren al libro y el verde a las palabras generales. Sobre esta planilla trabajan los alumnos.

La sala de computación del colegio Navarra de Puente Alto tiene 20 computadores y los alumnos funcionan en grupos de a dos durante una hora y media para resolver el crucigrama. En la clase siguiente, rinden la prueba del libro. “La primera vez nos dimos
cuenta inmediatamente que muy pocos alumnos habían leído el libro, porque no podían llenar las celdas celestes. Pero en la segunda lectura, como sabían que venía un crucigrama, muchos más leyeron el libro, lo comentaron en clases y empezaron a subir las notas. Entonces, evidentemente hay aprendizaje y lo están haciendo ellos mismos”, afirma Hellberg.

¿Cuántas caritas felices tienes?

Que los alumnos entiendan las instrucciones de la profesora, sean orales o escritas, es un requisito básico para alcanzar los más mínimos objetivos de cada clase. Y en esto, los puzzles han resultado decidores. “Si no comprenden las instrucciones no pueden resolver el crucigrama y como quieren hacerlo porque los entretiene, han logrado entender las pistas, y esto es algo que se nota en todas las asignaturas, incluso en la mía, de matemáticas”, dice.

Además, hay un incentivo: el grupo que al final de la primera evaluación obtiene la mayor cantidad de “caritas felices” tendrá un punto base en la prueba escrita del libro.

La idea de poner una carita feliz cuando la respuesta es correcta y una triste cuando es incorrecta se le ocurrió a Patricia y tiene también un  sentido pedagógico: “Los alumnos se van autoevaluando y enfrentando permanentemente a la posibilidad de acertar y equivocarse, algo que es absolutamente necesario en el proceso de aprender y alcanzar las metas”.

 

 Patricia Hellberg demora entre 8 y 10 horas en la fabricación de cada crucigrama
Una afición que estimula el aprendizaje

“Da gusto verlos frente al computador del laboratorio haciendo el puzzle. Se entusiasman de una manera y compiten entre ellos para tener la mayor cantidad de respuestas correctas y, a diferencia de lo que pasa en las pruebas escritas, no se dejan copiar. ¡Con manos y cuadernos tapan por todos lados la pantalla del PC para que nadie les copie!”, cuenta sonriente Patricia Hellberg, la profesora de matemáticas que logró mejorar el rendimiento de los alumnos de primero a cuarto medio con sus crucigramas digitales.

Desde los cinco años que esta docente es aficionada a resolver puzzles y cuando era una adolescente comenzó a fabricarlos. Pero la idea de volverlos digital la tuvo cuando ingresó al establecimiento, hace cuatro años. En la elaboración de cada crucigrama, la profesional se demora entre 8 y 10 horas, porque ningún puzzle es igual a otro. Desde que comenzó a hacerlos con fines educativos ha hecho alrededor de 50. Ahora está buscando una  plataforma para poner sus crucigramas en la web y sacarlos de Excel, de modo de facilitar el acceso y proteger la propiedad intelectual de su trabajo.


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