LA TERCERA. Elizabeth Simonsen
María José estaba en octavo básico en un colegio particular pagado, cuando pasó de ser una de las mejores alumnas a una de las más conflictivas. “Se juntaba con unas niñas medio desordenadas, la profesora les tomó mala y empezó a pelarlas con docentes e inspectores. Incluso me contaron que atacó a mi hija sin ningún pudor y otra apoderada la tuvo que defender”, cuenta Gabriela, su madre, quien optó por informar de la situación a la dirección del colegio. Como María José tenía un excelente historial y la profesora ya enfrentaba quejas de apoderados, las autoridades le dieron la razón a la niña. La docente fue evaluada y separada del colegio.
Como ella, son muchos los estudiantes a quienes alguna vez un profesor les ha tenido “mala”. Una situación que no sólo causa trastornos emocionales en el estudiante, sino que según investigaciones internacionales y locales, tiene claras implicancias en el aprendizaje. Esto, ya que las expectativas que tiene el profesor sobre sus alumnos es uno de los factores que más impacto tiene en el rendimiento académico. Según investigaciones de Juan Casassus, consultor internacional en educación, los niños cuyos profesores tienen altas expectativas sobre sus habilidades obtienen 22 puntos más en el Simce, tanto en lenguaje como matemáticas, que los menores cuyos profesores tienen bajas expectativas. “Cuando aumenta la interacción emocional negativa entre el alumno y el profesor, disminuyen los buenos resultados”, explica Casassus.
Cuando los estudiantes se exponen a situaciones adversas constantes, aparecen condiciones afectivas negativas que dificultan el aprendizaje. El alumno establece ciertas creencias, cuyo sustento es emocional -que es desordenado, malo para las matemáticas o flojo que son internalizadas como verdades absolutas. Luego, en su cerebro, se “fijan” esas emociones, con lo que cada vez que el niño se expone al aprendizaje, se repiten esas sensaciones negativas. “Cuando hay una emoción constante, el cerebro se especializa en esa reacción y siempre recurrirá a ella para responder frente al estímulo. Hay un autosufrimiento aprendido, sea lo que sea que haga, el profesor me va a recriminar”, explica Rodrigo Ulloa, académico de la U. de Concepción.
El profesor puede incluso no darse cuenta y manifestar implícitamente su rechazo a través del tono de voz y las actitudes con las que se dirige a los escolares.
Una investigación suya en colegios de la Octava Región lo demuestra: los establecimientos donde los profesores tenían bajas expectativas de sus alumnos, tenían los peores resultados en el Simce; en cambio, cuando los docentes tenían altas expectativas, los puntajes eran más altos. En el primer caso, los profesores centraban gran parte de su labor en el manejo de la disciplina, pues señalaban que sólo así podían pasar los contenidos mínimos. Mientras en el segundo grupo, la labor estaba centrada en el aprendizaje.
“Niños problema”
JoséMiguel (9) era considerado un “niño problema” cuando la fundación Adopta Un Hermano lo contactó para ponerlo bajo la tutoría de un voluntario universitario. Provenía de una familia muy vulnerable, y tenía un historial de bajo rendimiento. Estaba en cuarto básico y el profesor, su docente desde 1°, nunca le tuvo fe. Incluso, a finales del año pasado José Miguel estaba a punto de repetir, pero el profesor no le quería tomar el examen final, porque decía que la suerte ya estaba echada.
La intervención del tutor Gonzalo Arriagada fue clave. Realizó un minucioso trabajo para fomentar hábitos de estudio y subir la autoestima del menor. Así, José Miguel se convenció de hablar con el profesor y pedirle que le tomara la prueba. Se sacó un 7.
“La relación negativa se puede dar por alguna característica o acción específica del niño, que gatilla la reacción en el docente. Pero también puede darse con un cierto tipo de alumno, que incentivan los estereotipos del docente, fundados en prejuicios raciales, de género o de clase social”, dice Casassus.
Un fenómeno que detectó la investigación de Ulloa y que también ha encontrado Casassus en sus estudios. En los colegios particulares pagados los docentes tienen más expectativas de los alumnos que aquellos de las escuelas municipales. Pero incluso si se trata de niños que son verdaderamente líderes negativos, la responsabilidad también es de la escuela, pues ésta debe influir en la utilización benéfica de liderazgos positivos, afirma el investigador.
“Hoy es cada vez más importante que cada profesional se “trabaje” a sí mismo, para no caer en la negatividad, el estrés y la depresión. Esto es particularmente importante para los docentes, cuya labor se sostiene en el vínculo con los alumnos”, resume Casassus.