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Fecha de edición: 21.04.2008

Todos los días, los estudiantes anotan la temperatura y el estado del tiempo: soleado, parcial, nublado, con lluvia. Al término de un mes, lograrán construir un gráfico de barras y leer cuántos días soleados hubo y cuántos con lluvia. Al cabo de varios meses, podrán comparar meses estivales con invernales, determinar qué mes fue el más frío o caluroso, etc.

La lectura de gráficos es uno de los ítemes que más dificultades tiene para los estudiantes chilenos: el 35%  logra el nivel intermedio en matemáticas en el Simce, lo que implica, entre otras habilidades, leer gráficos. Sin embargo, para los pequeños de este colegio no son un problema. Lo más sorprendente es que se trata de menores de kínder, de un establecimiento que atiende a alumnos de escasos recursos: el colegio San Joaquín, de la Fundación Astoreca.

Este colegio de Renca es uno de los establecimientos que han logrado que en kínder los niños logren habilidades matemáticas como dibujar y leer gráficos, sumar y restar, tareas propias de primero básico e incluso de cursos superiores.

Hay otros que también lo están haciendo: Santiago College, Internacional Alba, Cordillera, Tabancura y San Ignacio Alonso Ovalle. Aunque como lo demuestra la Fundación Astoreca, no es un fenómeno sólo de establecimientos pagados. También la UC lo realiza en las 40 escuelas municipales que forman parte de su proyecto Ailem.

Claro que no se trata sólo de enseñarles antes la materia, sino de una aproximación lúdica a los números y letras, lo que permite a los menores aprender antes y con más profundidad, como una forma de ir preparando el pensamiento matemático. Es lo que hacen, por ejemplo, los establecimientos Cordillera y Tabancura, donde pese a que el objetivo no es que los niños aprendan a leer y sumar en kínder, el 90% lo logra. «La idea de enviarles a la casa una hoja con sumas y restas es anticuada, lo que se pretende es que aprendan de una forma práctica. Por ejemplo, se les cuenta un cuento y se les pide que cuenten los personajes», dice María Inés Ríos, coordinadora de prebásica.

¿Escolarización del kinder?

Para muchos se trata de un adelantamiento de las materias, para otros simplemente de un aprovechamiento de las facultades que realmente tienen los niños, especialmente ahora que están en un mundo más numérico, en el que desde pequeños  marcan un número de teléfono o  acompañan a la mamá a comprar.

«Los niños antes iban al jardín  sólo para socializarse, hoy está claro que hemos subutilizado muchas de sus capacidades», dice Bárbara Streeter, del programa de educación parvularia de la Fundación Astoreca.

Una tendencia que se ha traducido en que el kínder se escolarice cada vez más, tal como lo demuestran los propios lineamientos del gobierno. En 2001, el Mineduc estableció por primera vez bases curriculares para la educación preescolar, esto es qué deben aprender los niños. Y dentro de las metas propias del kínder, están las primeras sumas y restas.

Sin embargo, mientras algunos colegios han optado derechamente por escolarizar el kínder, introduciendo materias propias de primero básico, otros prefieren un camino intermedio. «Más que adelantar contenidos, adaptamos el programa a las necesidades de las nuevas generaciones. En matemáticas trabajamos con material concreto, como cubos de colores. Los niños deben comparar tamaños, agrupar, dividir, comprender las proporcionalidades. Nos interesa que ellos comprendan el concepto y no la mecánica», dice Claudia Ribualta, del Santiago College.

En el Internacional Alba, de Maipú, el caso es distinto, pues uno de los objetivos de kínder derechamente es que los niños lean, sumen y resten. Es que en ese colegio, además, las materias de comprensión del medio de primero básico también se pasan en kínder. En otras palabras, a los cinco años los niños ya saben de flora y fauna, de símbolos patrios, etc.

La Tercera


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