LA TERCERA, 24 de diciembre de 2006.
Por: Marisol Olivares y Sofía Otero.
Jorge Bastías quería ser periodista. Cuando dio la PAA en 1998 sacó 670 puntos y ese año las listas de la Universidad de Chile cerraron en 702. Pero él tenía una ventaja sobre el resto: era seleccionado nacional de Hockey, lo que le permitía ingresar con sólo 600 puntos. Además, para esa institución tenerlo entre sus filas era una muestra de prestigio y servía como un ejemplo para sus compañeros.
Pero nada fue fácil. Además de pasar los mismos ramos y exigencias de sus compañeros, Bastías debía entrenar diariamente e ir a competencias por todo el mundo. La sobreexigencia causó que reprobara los dos ramos más importantes de la carrera, aunque la crisis se produjo al regreso de un Mundial cuando, recién bajado del avión, debió rendir tres pruebas que tenía pendientes en un mismo día. Fue entonces cuando uno de los profesores lo sentenció: “Mientras sigas siendo ‘hockista’, no vas a ser periodista”. Dos años después abandonó la carrera y se cambió a Educación Física en la U. Andrés Bello
Su situación es la de muchos deportistas destacados que ingresan a la educación superior a través los cupos especiales de las universidades, que, en promedio, alcanzan hasta cinco por carrera. Sin un reglamento especial, obligados a rendir lo mismo que un alumno normal y, además, a jugar tanto para la universidad como para sus clubes, muchos terminan optando por las aulas o las canchas. Por eso, en algunas instituciones la deserción académica entre ellos dobla la normal.
Entre libros y estoperoles
En la Universidad Católica los deportistas destacados reciben 10% extra de puntaje PSU, menos en Medicina donde no se admiten cupos deportivos debido a la alta competencia académica. Y aunque en esta casa de estudios los deportistas deben tomar sólo el 60% de los cursos, los alumnos no sólo deben seguir jugando por sus clubes, sino que también deben llevar por tres años la camiseta universitaria. Así, los entrenamientos y competencias se duplican y el tiempo para estudiar muchas veces falta.
Según Alvaro Lara, director de Deportes de la UC, “el deportista destacado se rige por un reglamento específico. Las exigencias académicas son más benevolentes que para un alumno normal. Se hace un seguimiento académico y se apoya a quienes requieren reforzamiento”. Sin embargo, la deserción de estos alumnos es de un 30%, casi el doble que el total de esa casa de estudios (16%). Según Mario Canales, ex seleccionado nacional de rugby y egresado de la PUC de Ingeniería Civil Eléctrica, compatibilizar ambas exigencias es imposible: “No se puede estar en la selección y en la universidad al mismo tiempo, al final terminé optando por lo profesional”, explica. Además, en Chile aún no se da una importancia a las competencias universitarias.
Los torneos entre estas instituciones sólo reciben como público a la familia y compañeros de los jugadores y se sigue privilegiando el cumplir con lo académico por sobre los logros deportivos. A diferencia de lo que sucede en Estados Unidos, donde lo más importante es mojar la camiseta de la institución.
Así, en Chile la tradición de admitir estudiantes por cupos deportivos no ha cumplido los objetivos. Santiago Urcelay, director de Pregrado de la U. de Chile, admite el fracaso: “Hay fallas en nuestra programación y la de los alumnos. No hemos sido suficientemente flexibles. Los chicos desertan de la carrera o el deporte”. Por eso el 2007 evaluarán la posibilidad de que los deportistas sólo tomen el 60% de la carga académica, y aunque avancen más lento, no opten por abandonar sus vocaciones.
El fútbol antes que la literatura
El escritor boliviano Edmundo Paz Soldán estaba estudiando Ciencias Políticas en la Universidad de Buenos Aires, cuando en 1987 desde la U. de Alabama le llegó un ofrecimiento al que no pudo negarse: una beca deportiva para estudiar la misma carrera
en esa institución. Paz practicaba fútbol a nivel universitario con buenos resultados, tanto que en Estados Unidos quedó liberado del arancel y recibía un cheque mensual para comprar libros y pagar su vivienda. También le daban la facilidad para trabajar en la biblioteca y solventar gastos extras.
“A fines de los 80 en Estados Unidos querían incentivar el fútbol, dándole becas a estudiantes extranjeros”, dice. Así, durante las 12 semanas de clases que duraba la temporada de otoño debía jugar 20 partidos y para eso cerraba los libros: “Si tenía un torneo, las clases quedaban inmediatamente canceladas y podía postergar los exámenes hasta sentirme preparado para darlos.
Para Alabama, lo más importante eran defender los colores de la universidad”, explica. Así lo hizo hasta titularse. Entonces se sacó la camiseta y se animó a seguir lo que siempre había querido: ser escritor.
Desde el Orange Bowl a la universidad
El destacado ex tenista nacional Jaime Fillol, no alcanzó a terminar el primer año de Educación Física en la Universidad de Chile. Había viajado a Estados Unidos para competir en el torneo Orange Bowl en 1965, cuando la Universidad de Miami se acercó para ofrecerle una beca en la misma carrera.
“Mi compromiso era cumplir con los entrenamientos y competencias del equipo de la universidad y aprobar todos los ramos”, cuenta. Pese a que Fillol no hablaba inglés, lo que aumentó la dificultad en sus estudios, terminó la carrera al mismo tiempo que sus compañeros. “El sistema está ordenado de manera que se puedan hacer las dos cosas. Teníamos el beneficio de elegir nuestros horarios. Si había una competencia fuera de la programación universitaria, el entrenador informaba a los profesores y ellos nos evaluaban antes del viaje o inmediatamente a la vuelta”.
Fillol es actualmente el director de la carrera de Educación Física de la UNAB, donde intenta replicar la flexibilidad que él tuvo para estudiar sin desertar: “Una carrera es importante para el futuro profesional de los deportistas”.
Altas exigencias deportiva y académica
En 1974, Fernando Paulsen entró a Licenciatura en Física de la U. de Chile. Pero no le gustó y volvió a dar la P.A.A, esta vez para estudiar Geografía en el mismo plantel. Sin embargo, ese mismo año el régimen militar cerró la carrera, por lo que debió buscar un
nuevo rumbo: Periodismo. Aprovechando que era seleccionado nacional de rugby, optó por ingresar a través del cupo deportivo a la UC, donde permaneció un año. Hasta que el deporte nuevamente le abrió las puertas, esta vez a Estados Unidos, donde terminó la carrera en la Universidad de North Texas. Claro que jugando fútbol y no rugby, pues los norteamericanos querían incentivar la práctica de ese deporte.
Luego cursó un máster y aprovechó de volver a su deporte favorito. Paulsen nunca dejó de jugar y estudiar. Recién en 1996 colgó los estoperoles y dejó el rugby: “Cuesta convalidar lo académico con lo deportivo, pero en Estados Unidos es un orgullo tener un jugador destacado. No te hacen sentir que eres un cabeza de músculo que entró por la ventana. La marca de la universidad tiene que ver con la educación integral y no con ser sólo un memorión”, dice. El compromiso real con la flexibilidad para los deportistas en EEUU lo ayudó a no abandonar su carrera profesional. “En Chile, si el profesor es buena onda, te apoya, de lo contrario no. Por eso, mucha gente opta a favor de la profesión y abandona el deporte al tercer año”, concluye.