Si para dos millones de alumnos el primer día de clases es un factor de ansiedad, lo es aún más para los más de 200 mil escolares que, por diversas causas, deben enfrentar el inicio del año escolar en un nuevo establecimiento, insertarse en un grupo de compañeros que ya está cohesionado y aprender las normas y estilos del nuevo colegio.
Según datos del Mineduc, más de 145 mil escolares se enfrentan a estos desafíos por repitencia y el resto por retiro antes de finalizar el año. A ello hay que agregar a quienes se cambian a fin de año y que no están en las estadísticas, ya sea por traslado de domicilio, problemas de integración, razones económicas o mala conducta.
Pero en todos los casos son comunes la ansiedad, el estrés y los temores de repetir los mismos errores que llevaron a la suspensión de la matrícula o bien el miedo a no conocer las nuevas instalaciones, el camino a casa o las costumbres de los compañeros. Aunque las acciones a seguir por los padres varían según la edad del menor, los expertos recomiendan en todos los casos acompañarlos desde el duelo para cerrar el antiguo ciclo, hasta el final de la adaptación y no agregar más presión a un proceso que de por sí es difícil.
“No hay que transmitir la ansiedad y el temor de los adultos a los niños. Hay que hacerles ver que siempre nos vamos a enfrentar a cosas nuevas”, explica la psicopedagoga Gabriela Ulloa.
Hacer el duelo
El tamaño del colegio y la poca integración que lograba su hijo de siete años fueron las razones que movieron a Claudia Torres a cambiarlo de establecimiento: “Veníamos de Santiago y lo había matriculado en un colegio pequeño de Frutillar, en el que todos se conocían. Entonces era como un bicho raro. Mi hijo estaba triste y empezaron a llegarme comunicaciones por su supuesto mal comportamiento”. Lo trasladó a un colegio más grande, donde el niño se integró perfecto, cuenta esta diseñadora.
Ella siguió al pie de la letra lo que le recomendó la sicóloga: le explicó con ejemplos prácticos por qué el cambio (los pequeños tienen una inteligencia concreta) y luego llevó al menor a conocer el nuevo colegio. Si su hijo hubiese sido mayor (de más de 10 años), debería haber también reflexionado el motivo del cambio y buscado la nueva alternativa, todo en conjunto con el menor.
Luego, es fundamental elaborar un duelo para cerrar el anterior ciclo, para lo cual son muy útiles los ritos, por ejemplo, organizar alguna despedida con los compañeros o dejar que el colegio organice una pequeña ceremonia durante la última reunión de apoderados, opina Verónica Pérez, psicóloga infantojuvenil de la Universidad del Desarrollo. Otras medidas pueden ser elaborar una agenda con los teléfonos y mails de los compañeros, para demostrar que no se olvidará a los amigos.
Una vez culminada esta etapa, hay que cerrar todas las oportunidades que puedan generar incertidumbre y ansiedad. A los menores de diez años describirles anticipadamente el nuevo colegio, cuántos compañeros tendrán y llevarlos a conocer su sala de clases y a su profesor, les permitirá hacerse una imagen mental de lo que enfrentarán. En el caso de los más grandes, expertos recomiendan responder todas las inquietudes y privilegiar que cuenten qué sienten.
El primer día
El primer día de clases los padres y el colegio deben trabajar en conjunto para hacer más fácil la adaptación. “Es recomendable que los papás vayan a dejar a los más pequeños y, si es necesario, que los acompañen dentro del colegio. Con los mayores debe llegarse a un acuerdo, ojalá dejarlos a una distancia prudente”, dice García. El profesor debe ayudar al menor a presentarse, elegir a un compañero que lo oriente y reunirse periódicamente con él durante algunas semanas para evaluar qué tan cómodo se siente.
En general, los niños tienen períodos distintos de adaptación. Los de primer ciclo se adaptan rápidamente y en dos o tres semanas deberían estar completamente integrados. Mientras que los preadolescentes son menos flexibles socialmente, pero todos deberían terminar su proceso de integración durante el primer semestre. De no ser así, hay que preocuparse.
Si las malas notas fueron las culpables del cambio, es importante evaluar las causas del mal rendimiento, en conjunto con el niño, y en caso necesario acudir a un especialista. En ningún caso aplicar castigos o presionar con notas límite, sino acordar una planificación de las tareas y obligaciones para el año, supervisar que se cumpla y aplaudir los avances.
Muchas veces los padres omiten en el nuevo establecimiento las causas del cambio, por temor a que se estigmatice al niño. Ello sólo dificulta la inserción, pues los nuevos profesores no tienen la información necesaria para hacer un diagnóstico y medir la evolución del menor.