El caucho natural es un líquido lechoso que fluye de ciertos árboles. Con él se hace el conocido hule o goma. Descubierto hace más de un siglo, hoy el caucho es una de las materias primas más importantes del mundo. Primero se usaba para fabricar gomas de borrar, luego para fabricar impermeables, y hoy, debido al auge de la industria automovilística se fabrican millones de neumáticos.
El caucho natural no cubre todas las necesidades por lo que hoy la producción de caucho sintético casi triplica a la producción de caucho natural.
El árbol del caucho
Los árboles de caucho natural son originarios de la zona amazónica sudamericana, pero fueron llevados a Indonesia y Malasia donde se produce hoy la mayor cantidad de caucho natural.
El árbol mide unos 15 o 20 m de altura y está cubierto de grandes hojas ovaladas de color oscuro, que produce capullos de color amarillento, los cuales son reemplazados posteriormente por grandes vainas contenedoras de tres semillas de color pardusco y de unos 2 mm de longitud. En el momento oportuno, la semilla es expulsada de la vaina con una fuerza tal, que puede quedar depositada a más de 30 m de distancia de la planta original.
Desde la antigüedad, este árbol era conocido y utilizado por los nativos de América para la obtención del látex, un líquido blanquecino y lechoso que se obtiene mediante incisiones producidas en la corteza del árbol.
El nombre de caucho proviene de la palabra cautchuc con la que los indios habitantes de Perú designaban al árbol hevea, y que significa «árbol que llora». Los europeos conocieron por primera vez esta sustancia al producirse el descubrimiento de América, y el mismo Hernán Cortés pudo comprobar la existencia de algunos objetos fabricados por los indios con este material; con ella confeccionaban abrigos, calzados resistentes al agua y pelotas que empleaban en determinados juegos rituales y juntas de canalizaciones de agua herméticas.
La industria del caucho
Los intentos de hacer del caucho un material impermeable para fabricar prendas textiles estuvieron en manos de Besson y Peal (1791), quienes patentaron un proceso de disolución del caucho para impregnar telas. Johnson (1797), Champion (1811), Clark (1815) y Hancock (1820) fueron otros investigadores en esta línea que tampoco consiguieron mayores éxitos. En 1823 Charles Macintosh logró disolver el caucho en aceite de alquitrán de hulla, y obtuvo una sustancia que utilizó como pegamento para adherir dos trozos de tela. Con este procedimiento consiguió camuflar la pegajosidad del caucho natural en el interior de la tela, pero no mejorar ninguna de sus propiedades.
Nathaniel Hayward patentó un método de impregnar con azufre el caucho que adquirió más tarde Charles Goodyear, quien en 1839 descubrió por casualidad el vulcanizado. Este proceso, que permite comunicar estabilidad térmica al caucho, fue la base en la que se asentó la industria de esta sustancia, sobre todo a partir del desarrollo de los procesos de producción industrial por parte de Thomas Hancock en 1846. A partir de entonces la demanda de productos de caucho se incrementó notablemente. Ese mismo año se produce la invención de las ruedas de cámara de aire o neumáticos por R. W. Thomson, aunque su principal aplicación surgiría con la popularización de los automóviles cuarenta años después, tras las mejoras introducidas por J. B. Dunlop.
En 1860 el químico Charles Williams descubrió el isopreno como componente fundamental del caucho, lo que hizo que se comprendieran mejor los mecanismos de polimerización y se comenzaran a investigar los procesos artificiales de obtención del caucho. Tras la obtención de ciertos cauchos de propiedades muy limitadas, como el dimetilbutadieno, en 1927 el químico alemán K. W. Ziegler logró producir caucho metílico, llamado buna porque consiste en la polimerización de butadieno con adición de sodio. Un década más tarde se descubrió el proceso de vulcanizado en frío, que consiste en la inmersión en una solución del 2 al 4 % de monocloruro de azufre, que permite fabricar objetos de poco espesor.