Mahoma no dejó herederos varones que le sucedieran en el poder, situación que generó una crisis política que solo pudo ser resuelta con la elección de Abu-Bekr, suegro del profeta y encargado de dirigir la oración como primer califa (título de los príncipes sarracenos sucesores de Mahoma). Antes de morir, Abu Bekr designó a Omar ibn al-Jattab, quien fue asesinado diez años más tarde.Le sucedió Otmán ibn Affan de la familia omeya, que ocupó el poder hasta el año 656, cuando también murió asesinado.
Finalmente, Alí ibn Abu Talib, yerno de Mahoma, asumió el califato. Con los primeros cuatro califas, denominados legítimos u ortodoxos, la religión islámica inició su expansión y, como ya dijimos, las regiones de Siria, Persia y Egipto fueron las primeras en ser conquistadas.
A la muerte de Alí, el Islam se dividió. La familia omeya se impuso en el califato de Damasco, pero no fue reconocida por los chiítas (sectarios), quienes, en 750, obtuvieron el califato para los descendientes de Alí pertenecientes a la familia abasí, que gobernaron desde la ciudad de Bagdad.