Corresponde a la configuración que adquiere la superficie terrestre, en la que están presentes las diferencias de altura, pendiente, volumen y muy especialmente la forma de ella. El proceso permanente de construcción y destrucción del relieve terrestre a lo largo de millones de años se denomina ciclo geológico.
Las formas resultantes que muestra el relieve de la superficie terrestre pueden agruparse en tres grupos: de primer orden, de segundo orden y de tercer orden.
Las de primer orden son los continentes y las cuencas oceánicas. Las de segundo orden están constituidas por aquellos relieves menores que se encuentran formando tanto las cuencas oceánicas (borde de los continentes, fondo de las cuencas oceánicas, dorsales o cordilleras marinas y fosas abisales), y las continentales (mesetas, llanuras, planicies, cuencas, alineaciones montañosas, tales como los Apalaches, los Urales, la Cordillera de los Andes y los Himalaya). Las de tercer orden son los rasgos de menor magnitud, es decir, detalles en el relieve de segundo orden, los cuales son producto de la acción de erosión y sedimentación de los distintos agentes del modelado (valles glaciares y fluviales, cuencas, mesetas, llanuras sedimentarias, aluviales, glaciares y costeras).
Las formas del relieve
El relieve terrestre que podemos observar viene a ser la consecuencia de una serie de modificaciones que afectan continuamente la superficie de la litósfera (corteza terrestre).
La estructura de una región depende de cómo se dispongan las rocas en la litósfera como consecuencia de la acción de las fuerzas internas o endógenas del diastrofismo o tectonismo y el vulcanismo. Es así como esta estructura puede ser horizontal, formada por rocas sedimentarias, o bien deberse a pliegues o fallas, que son fenómenos de origen interno. En resumen, el relieve no se mantiene siempre igual porque mientras se va formando por procesos internos, es modificado por fuerzas que actúan desde el exterior. Las fuerzas externas son el viento, el agua, las olas, los glaciares, las aguas de infiltración, la gravedad y los cambios de temperatura. Los efectos de estos factores en su conjunto reciben el nombre de modelado, al que nos referiremos más adelante.
Las fuerzas constructivas del relieve
El diastrofismo posee una gran importancia, por cuanto si no existiera no habría tierras emergidas y nuestro planeta quedaría cubierto por el mar. Esta fuerza -que puede ser vertical o lateral- genera movimientos que a veces ni siquiera se perciben, pero también es la causante de los violentos terremotos.
Aunque todavía no se conocen con certeza las causas del diastrofismo, por mucho tiempo predominó la teoría de que las capas situadas debajo de la litosfera, al irse enfriando, iban sufriendo una reducción en su volumen, lo que generaba los pliegues de la superficie terrestre. Otra teoría explicativa fue la isostasia, según la cual las rocas más livianas que forman los continentes flotan sobre las rocas más densas que forman los fondos oceánicos, produciéndose un equilibrio entre las secciones de la litosfera. Sin embargo, hoy día predomina la teoría de la tectónica de placas, formulada a mediados del siglo XX por Harry Hess, que permite dar una explicación más actualizada de los movimientos terrestres, especialmente los diastróficos.
Entre los movimientos endógenos están los denominados movimientos epirogénicos o formadores de continentes, que son lentos e imperceptibles y que se producen siempre en sentido vertical. Cuando los movimientos tectónicos se tornan violentos, se llaman orogénicos o formadores de montañas, y pueden dar origen a plegamientos, fallas y terremotos.