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Poder económico y militar, búsqueda de nuevos mercados, supuesta superioridad racial y cultural y necesidad de materias primas, fueron los factores que impulsaron a las grandes potencias del siglo XIX y principios del XX a retomar el colonialismo e instaurar el imperialismo.

Potencias ambiciosas

Los países europeos, hasta el siglo XVIII regidos por el absolutismo, crearon constituciones y dieron representación política a las fuerzas activas de su población. Italia y Alemania se unificaron, y Estados Unidos e Inglaterra democratizaron sus instituciones. Además, la revolución industrial y tecnológica incrementó su poder económico y militar.

Todas estas condiciones reactivaron la expansión a ultramar, que había sido suspendida tras la emancipación de las colonias inglesas y españolas en América.

Fueron los estados europeos quienes primero extendieron su influencia económica, militar, cultural y política sobre el resto del planeta. Luego, Estados Unidos y Japón se sumaron.

A esta expansión, que comenzó en el siglo XVIII y que duró hasta la Primera Guerra Mundial, se le llamó imperialismo.

La necesidad de dar salida a los excedentes de la población, de encontrar materias primas y nuevos mercados para sus productos, además de que los modernos medios de comunicación y transporte acortaron las distancias, fueron otros de los factores que determinaron la aparición del imperialismo.

Además, ninguna gran potencia quería quedarse atrás respecto de las otras en el reparto del mundo. También existía un convencimiento casi sagrado de que debían expandir la civilización cristiana occidental al resto del mundo y civilizar a los pueblos primitivos.

El imperialismo

Explotación, dependencia y barreras

Las características más importantes del colonialismo, y en cierta medida también del imperialismo, son la explotación económica del territorio conquistado, la dependencia política y la imposición de barreras sociales entre colonizadores y población nativa.

También destaca por la creación de un sistema ideológico que justifica la situación impuesta, y la manifestación de actitudes sicológicas particulares entre colonizadores y colonizados.

Un ejemplo de ello, es que en el trato del primero hacia el segundo se da una mezcla de paternalismo, menosprecio y temor. Y el colonizado mira al otro como extraño e inalcanzable, aunque con el tiempo esta visión se transforma en odio y hostilidad.

Inglaterra, Francia y Alemania

Inglaterra

Inglaterra se quedó con el control del océano Índico y el mar Mediterráneo, para mantener libre el paso a la India. Compró la mayoría de las acciones del Canal de Suez y extendió su poder a Egipto.

Después de una revuelta en 1882, durante la cual los egipcios dieron muerte a numerosos extranjeros que vivían en el país, Inglaterra desembarcó tropas en la zona y colocó a Egipto bajo su protección. Este, unido a Gibraltar, Malta y Chipre, le dio completo control sobre el Mediterráneo y el Canal de Suez.

Desde el norte de África, los ingleses prosiguieron hacia el sur e incorporaron Sudán, Uganda y Kenia (Zambia) a sus dominios.

También avanzaron desde Sudáfrica hacia el norte, inspirados por Cecil Rhodes, uno de los principales defensores del imperialismo británico, quien deseaba crear un gran imperio colonial desde el Cabo de Buena Esperanza hasta el Cairo. Se apropiaron de Bechuanalandia (Botswana) y de Rhodesia (Zimbabwe).

Después de una cruenta guerra (Guerra de los boers, 1899-1902), los británicos vencieron a los boers (criollos de origen holandés), y dominaron las Repúblicas de Transvaal y Orange.

Sólo la existencia de la colonia alemana de África Oriental impidió que el sueño de Rhodes se cumpliera.

Francia

Francia quiso levantar un gran imperio colonial en el norte de África, desde Dakar en la costa del océano Atlántico, hasta el Golfo de Aden en la costa del océano Índico. Para eso estableció las dos grandes colonias de África Occidental y África Ecuatorial y la pequeña colonia de Somalia.

Pero su incursión en Sudán fue detenida por Inglaterra, ante quien cedió bajo la amenaza de una guerra. Francia solo pudo quedarse con Túnez y Marruecos como protectorados, agregándolos a Argelia.

Alemania

Tuvo que contentarse con territorios dispersos, como Togo y Camerún en la zona ecuatorial, además de África Sudoccidental alemana (Namibia) y África Oriental alemana (Tanzania).


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