Napoleón pretendió legitimar el Consulado, integrado por tres personas, mediante la constitución de diciembre de 1799. Ésta estableció un poder legislativo y el sufragio universal, pero todo el poder radicaba en el Primer cónsul, cargo asumido por Bonaparte.
Durante su gobierno, Napoleón, restableció un gobierno central, aumentó la autoridad y eficiencia de la administración pública, reformó y mejoró la hacienda pública, reconoció a la religión católica como credo oficial de Francia y dictó el Código Civil (1804), que estableció la igualdad ante la ley.
En el campo militar, Napoleón venció a una segunda coalición. Con Austria firmó el tratado de Lunéville, en febrero de 1801, y con Inglaterra el de Amiens (marzo de 1802).
Gracias a estos triunfos, en 1802 Napoleón recibió el título de Cónsul vitalicio, concentrando casi todo el poder.
Su prestigio y poder crecieron aún más en 1804, cuando se proclamó y coronó a sí mismo como emperador de Francia.
En 1805, Gran Bretaña, Rusia y Austria formaron la tercera coalición. El ejército de Napoleón derrotó a rusos y austriacos en una campaña que culminó con la batalla de Austerlitz. Solo le faltó Gran Bretaña, que controlaba los mares, luego que las fuerzas dirigidas por Nelson vencieran a las escuadras española y francesa en la batalla de Trafalgar.
Napoleón expandió su imperio por Europa central y occidental. Derrotó a Prusia, invadió España, disolvió el imperio alemán y los Estados Pontificios, y tomó prisionero al papa. Anexó a sus dominios los Países Bajos, el noroeste de Alemania y obligó a los Estados de Alemania occidental a organizarse en una confederación dependiente de Francia. Organizó el gran ducado de Varsovia, como protectorado de Francia. Además, contaba con la neutralidad de Dinamarca, Noruega, Austria, Prusia, Suecia y Rusia.
Napoleón era emperador de Francia y rey de Italia, repartiendo los demás territorios entre sus familiares. Por ejemplo, su hermano José fue rey de España y su hijo, Napoleón II, rey de Roma.
El retroceso de Napoleón
Como la escuadra británica era muy poderosa, Bonaparte decidió atacar a Gran Bretaña mediante un bloqueo comercial. En 1806 cerró todos los puertos europeos a los productos ingleses. Sin embargo, la medida, que requería un control riguroso –el algodón, el tabaco y el azúcar se hicieron escasos–, fue recibida como una tiranía intolerable por los pueblos europeos, que empezaron a organizarse para recuperar su independencia. Es el caso del pueblo español, que inició una dura lucha contra los invasores.
Producto de los daños económicos, Rusia decidió retirarse del bloqueo continental. Napoleón organizó un ejército de 500 mil hombres e invadió Rusia en 1812. Sus tropas pudieron llegar hasta Moscú, pero un incendio destruyó la ciudad, dejándolos sin cuarteles ni provisiones. Al llegar el invierno se dio la orden de retirada; solo 30 mil hombres sobrevivieron.
Aprovechando el desastre, rusos, prusianos, españoles, británicos, austriacos, suecos e italianos se levantaron en contra del imperio. Los ejércitos aliados invadieron Francia y derrotaron a las fuerzas de Napoleón en la batalla de Leipzig (16-19 de octubre de 1813).
El 11 de abril de 1814, Bonaparte se vio obligado a abdicar y fue relegado a la isla de Elba. La monarquía francesa fue restaurada, con la llegada al trono de Luis XVIII, hermano de Luis XVI. Por el tratado de París, Francia quedó exenta de pagar indemnizaciones de guerra y perdió los territorios conquistados.
Al poco tiempo, aprovechando las divergencias entre los aliados y el descontento de los franceses por la restauración de la monarquía, Napoleón escapó y regresó a Francia en marzo de 1815, conquistando el poder por otros cien días.
Fue derrotado por el ejército británico, holandés y prusiano en la batalla de Waterloo, el 18 de julio de 1815. Lo enviaron al destierro a la isla de Santa Elena en el Atlántico Sur, donde murió en 1821.