Los dos estallidos revolucionarios de 1917 en Rusia supusieron el derrocamiento del régimen zarista y el establecimiento del primer Estado comunista de la historia. Estos acontecimientos son conocidos como la Revolución de Febrero y la Revolución de Octubre. En estas fechas, Rusia comenzaba su transformación de nación campesina en Estado industrial.
El cambio social estuvo dirigido por un reducido grupo de revolucionarios, apoyados por una minoría de intelectuales y obreros.
El gobierno provisional
La Revolución de febrero tuvo una dirección política pluralista, a cuyo frente estuvieron hombres (como Lvov, Miliukov, Kerenski y Guchkov) de tendencias heterogéneas (liberal, conservadora y socialista moderada). Pero todos unidos por la idea de establecer en Rusia un régimen constitucional y democrático.
Sin embargo, el gobierno provisional se reorganizó varias veces en pocos meses, pasando el poder de Lvov al menchevique Alexandr Kerenski.
Todos estos gobiernos provisionales carecían de fuerzas efectivas para dominar la situación. El verdadero poder lo tenían los soviets, y, dentro de los soviets, los socialistas revolucionarios, que luego formarían el Partido Comunista.
La situación de dualidad de poder (gobierno y soviets) y la continuidad de Rusia en la Primera Guerra, contribuyeron al agotamiento de cualquier solución (gobierno provisional, ministerios de coalición, etc.). El enfrentamiento entre los revolucionarios bolcheviques y gobierno provisional era inevitable.
Pero en julio este conflicto se saldó momentáneamente, con el triunfo del gobierno provisional. Lenin, líder indiscutible de los bolcheviques, huyó a Finlandia y de ahí a Suiza, y el 6 de agosto Kerenski se convirtió en primer ministro.
La Revolución de Octubre
Los bolcheviques se adueñaron de todos los lugares estratégicos de Petrogrado y al día siguiente se apoderaron del Palacio de Invierno, sede del gobierno.
Kerenski y sus ministros huyeron y el Congreso Panruso de los soviets autorizó a los bolcheviques a organizar un Consejo de Comisarios del Pueblo, que estaría a cargo del nuevo gobierno, con Lenin como Presidente.
El gobierno alemán había prestado ayuda a este para que regresara de su exilio en Suiza, con la correcta presunción de que podría provocar confusión en los esfuerzos bélicos rusos.
El nuevo régimen anunció cambios radicales. Con gran rapidez se promulgaron los decretos que establecían el cese de las hostilidades en todos los frentes y el reparto de las grandes propiedades agrícolas. El poder local fue entregado a los soviets y comités populares.
Sin embrago, tras la toma del poder, los bolcheviques se encontraron muy aislados y con numerosos problemas.
El 8 de diciembre se celebraron elecciones para la Asamblea Constituyente, que se reunió el 18 de enero de 1918. Al día siguiente, el Consejo de Comisarios del Pueblo disolvió la Asamblea. Para julio, Rusia ya ardía en una sangrienta guerra civil.