Cuando los cañones de la Primera Guerra Mundial dejaron definitivamente de atronar el aire con sus disparos, las naciones en conflicto se dieron a la tarea de organizar la paz. Para ello se reunieron en París, en enero de 1919, delegados de veintisiete países.
Thomas Woodrow Wilson, presidente de Estados Unidos, quiso imponer su criterio. Según él, no debía hablarse de vencidos ni vencedores; solo de que la paz debería ser justa y que las decisiones debían basarse en la autodeterminación de los pueblos.
Pero los jefes de los estados europeos, en especial George Clemenceau, primer ministro de Francia, deseaban ahogar cualquier asomo de resurgimiento militar de Alemania.
Es por esto que el Tratado de Versalles, firmado entre los países vencedores y Alemania, impuso a este último severas condiciones: debió renunciar a todas sus colonias en ultramar, se ocupó temporalmente parte de sus territorios, se limitaron sus fuerzas militares de tierra, se prohibió la reorganización de su aviación y tuvo que entregar su flota de guerra; tampoco podía ingresar a los organismos internacionales.
Asimismo, se le exigió una suma exagerada de dinero por concepto de reparación de los daños causados por la guerra, y la cesión del corredor polaco a Polonia y a Prusia occidental, separando con este corredor a la Prusia oriental, que siguió bajo el dominio de Alemania, del resto de este país.
Este tratado, suscrito, entre otros, por Wilson, Clemenceau y por el representante inglés Arthur James, conde de Balfour, no hizo más que alimentar el resentimiento germano por décadas.
Luego se firmaron otros tratados con Austria-Hungría y Turquía. Desde el imperio austro-húngaro surgieron tres países autónomos: Checoslovaquia, Hungría y Austria, y grandes provincias se agregaron a Servia y Rumania. El imperio turco se vio limitado a Constantinopla y Asia Menor y perdió todos sus dominios árabes.
¿Sabías que?
Durante la depresión de 1929 en Estados Unidos, cada vez que aparecía un obrero en lo alto de un edificio para repararlo, la gente se agolpaba abajo creyendo que era un suicida agobiado por sus problemas económicos.