El concepto de Guerra Fría se aplicó debido a las hostilidades surgidas entre estas dos potencias, las que, sin emplear las armas, intentaban contener a su adversario y expandir su respectiva área de influencia mediante el empleo del espionaje, presiones económicas y uso de la propaganda.
Al igual que como ocurrió después de la primera guerra, al término de la segunda se intentó preservar la paz mundial. No obstante, luego de terminado el conflicto bélico, en 1945, la unidad entre los aliados se desmoronó, surgiendo profundos antagonismos que demostraron que la convivencia entre los regímenes comunistas y democráticos resultaba imposible.
En el bloque soviético, Stalin mantuvo una política expansiva que combinaba antiguas aspiraciones del imperialismo zarista con los objetivos marxistas de la revolución socialista internacional. En todos los países de Europa oriental se establecieron sistemas de gobierno comunistas. Las llamadas repúblicas popularesde Polonia, Rumania, Alemania oriental, Hungría y Bulgaria firmaron con la Unión Soviética el Pacto de Varsovia, conforme al cual sus fuerzas militares quedaban sometidas al comando supremo soviético. Económicamente, también quedaron agrupadas en el Comecom, que unió a todos los estados socialistas.
Pero la expansión comunista no se limitó solamente a Europa; en Asia se impuso en regiones como Corea del Norte, China, Vietnam y otros estados de Indochina. La contraparte la constituyó Estados Unidos, que después de la Segunda Guerra pasó a liderar el mundo occidental y los estados democráticos. Fue así como en 1949, este país, en conjunto con Canadá, Francia, Bélgica, Holanda, Gran Bretaña, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega y Portugal, se unieron en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), con el objetivo de resguardar sus intereses y protegerse del avance soviético.