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La importancia de la Quinta Cruzada (1218-1221) radica en que fue la última en que participaron tropas papales, las que, en conjunto con un ejército al mando de Jean de Brienne, llegaron a Egipto y conquistaron Damieta (entonces llamada Tamiathis), ciudad al noreste de este territorio. Sin embargo, el cardenal Pelagio, al mando del ejército del Papa, rehusó un acuerdo con los musulmanes, por el que los cristianos recibían Jerusalén, por esperar más refuerzos y completar así una ejército invencible. Pero los refuerzos no llegaron y los sobrevivientes de esa Cruzada retornaron a Europa después de evacuar sin gloria Damieta.

La Sexta Cruzada (1228-1229) fue organizada por el emperador de Alemania, Federico II, a pesar de estar excomulgado por el Papa. Casi sin derramamiento de sangre, se coronó rey de Jerusalén gracias a un tratado con el sultán de Egipto, por el cual recibía la ciudad santa, Belén y un pequeño corredor hacia el mar. Además, firmó convenios de comercio con varios sultanes del Islam, para gran escándalo de la iglesia. Federico II regresó a Europa y se reconcilió con el Papa en 1230.

Las últimas cruzadas

Aunque se habían realizado numerosas cruzadas, Jerusalén y casi toda Palestina seguían en manos de los musulmanes. Por ello, el rey Luis IX de Francia (después canonizado) intentó una nueva Cruzada, la Séptima (1248-1254). Con 50.000 hombres se dirigió a Egipto y después de capturar Damieta se encaminó a El Cairo, pero en el trayecto fue derrotado y tomado prisionero en El Mansura. Luego de pagar un cuantioso rescate, se lo liberó junto a otros caballeros. Permaneció guerreando en Siria hasta 1254, pero tuvo que volver a Francia sin siquiera haber visto Jerusalén.

Organizó una nueva Cruzada, la Octava (1270), dirigida contra el puerto de Túnez (África), pero murió víctima de la peste tan pronto como desembarcaron. Esta Cruzada fue la última, cerrando para siempre la era de este tipo de expediciones, quedando el Oriente y Tierra Santa definitivamente en manos de los discípulos del profeta Mahoma.

Repercusiones

Las cruzadas pusieron en contacto a los hombres de la Edad Media con una civilización muy superior que cambió su modo de vida. Abrieron nuevas rutas comerciales, fomentaron el uso del dinero por sobre el trueque, perfeccionaron las armas y equipos y debilitaron el poder de los señores feudales, estimulando el ascenso de una nueva clase social: la burguesía.


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