El rey o emperador era la autoridad máxima dentro de la pirámide social de Mesopotamia. Su poder era absoluto, hereditario y de carácter divino; pero no era considerado un dios como entre los egipcios, sino un intermediario entre los dioses y sus súbditos.
Por lo tanto, era el primer sacerdote y quien administraba el Estado y dirigía el ejército. En las decisiones importantes era asesorado por un grupo cercano de sacerdotes.
En Mesopotamia no existía la propiedad privada, ya que los terrenos adyacentes a la ciudad pertenecían al dios.
Respecto a las diferencias sociales, estaban los hombres libres, entre los que se contaban la nobleza, los sacerdotes, los funcionarios reales, los pequeños propietarios y los comerciantes; los meshkin u hombres insignificantes, ex esclavos que habían comprado su libertad; y los que no eran nada, esclavos y prisioneros de guerra.
La principal riqueza de la región era la agricultura, por lo que las autoridades tenían estricto control sobre los canales y el reparto de las aguas. Fueron los inventores del arado. Practicaban la ganadería de ovejas, cerdos, cabras, bueyes y asnos, y criaban patos y aves. Además, consumían los frutos de la caza y la pesca.
Los utensilios eran de arcilla cocida, madera y piedra; el cobre apareció desde el cuarto milenio, y el bronce, en la segunda mitad del tercero.
Como ya se detalló, el comercio exterior también fue clave, tanto que inventaron la moneda para facilitarlo. Vendían armas, telas y joyas, e importaban marfil, madera, vinos y metales.
La sociedad mesopotámica
El rey era la autoridad máxima y gozaba de poder absoluto. Tenía un carácter divino, pero no era considerado un dios como entre los egipcios, sino más bien un intermediario entre los dioses y su pueblo.
Respecto de las clases sociales, existían los hombres libres, entre los que estaban los nobles, los sacerdotes, los funcionarios reales y los comerciantes. También estaban los meshkin u hombres insignificantes, que eran ex esclavos que habían comprado su libertad, y los que no eran nada, esclavos y prisioneros de guerra.
Dioses y creencias
Por los restos arqueológicos encontrados en las ruinas de ciudades mesopotámicas, se reconocen varios momentos en la evolución religiosa de este pueblo. En un primer momento, alrededor del 3.500 a.C., se adoraba a las fuerzas naturales, consideradas divinidades de la fertilidad. Luego, en el 3.000 a.C., los dioses tomaron forma humana con funciones y atribuciones diferentes.
En un tercer período, hacia el 2.000 a.C., existía una idea de pecado y perdón, y los dioses estaban organizados de acuerdo con su importancia. Además, los hombres tenían como destino servir a los dioses y a sus templos.
Algunos de sus dioses fueron: Anu, dios del Cielo; Enki que era el dios de las Aguas, Marduk, el gran dios de los babilonios, y Entil, dios de la Tierra.
Arte
Todos los pueblos que poblaron Mesopotamia construyeron grandes ciudades, como las de Ur, Babilonia, Assur y Nínive. En ellas levantaron templos y edificios, que hacían de ladrillo y adobe. Esto explicaría el porqué no tuvieron el mismo fin que las edificaciones egipcias, construidas de piedra.
Las construcciones más características de esta civilización fueron los zigurats, templos con base rectangular sobre la cual se levantaban torres escalonadas. Los zigurats más famosos son los de Babilonia, Ur, Eridú y Uruk.
El culto religioso también estimuló el desarrollo de la escultura, que tomó la forma de figuras masculinas en actitud de oración. La escultura más conocida es la del gobernador Gudea (hacia el 2.200 a.C.), que es de piedra labrada. Con posterioridad se empezaron a hacer esculturas en metal, más refinadas y detalladas.
El matrimonio
Las dos primeras clases sociales -libres e insignificantes- podían contraer matrimonio. Normalmente eran monógamas -solo una pareja-, aunque estaba admitida la unión de segundo rango con una esclava. Para declarar públicamente sus intenciones, el pretendiente vertía perfume sobre la cabeza de la elegida y enviaba regalos a su familia, víveres principalmente.
Las mujeres casadas eran identificadas por un velo que cubría su rostro o cabello. Esta costumbre se mantiene actualmente en los países islámicos, donde las mujeres esconden el rostro tras un velo oscuro.