Imperio o Reino Antiguo (3.100-2.160 a.C.)
A finales del cuarto milenio, el rey Narmer, del Alto Egipto, conquistó el norte y unificó los dos reinos fijando como capital a Menfis. Así se formó el primer Estado en la historia de la humanidad y también se inició el período de las dinastías, o sea, de la serie de reyes pertenecientes a la misma familia.
Las dos primeras dinastías son las llamadas tinitas que llevaron al pueblo egipcio a un período de gran prosperidad económica. En la III dinastía destacó el rey Zoser, quien comenzó la construcción de las pirámides como tumbas reales. En la dinastía XVIII, el rey de Egipto comenzó a llamarse faraón, que significa «gran casa» o «lugar del templo», esto porque originariamente se refería al palacio y no al morador principal, pero por costumbre se llama faraones a los reyes de Egipto desde la primeras dinastías.
Los faraones sucesores de Zoser (Snefru, Keops, Kefrén y Micerinos) quisieron asegurarse la inmortalidad y por ello en el período de la IV dinastía (2.613 a.C.), iniciada por Snefru, comenzaron la edificación de las monumentales pirámides. Esta dinastía es también reconocida porque en ella la civilización egipcia alcanzó su época de mayor esplendor, ya que, entre otras cosas, se produjo la expansión territorial y se impulsó el comercio marítimo en el Mediterráneo oriental.
Con la VI dinastía, el faraón Pepi II propició el traspaso del poder del faraón a los gobernadores de las provincias o nomos. Esta medida, más las invasiones asiáticas y las revueltas populares, provocaron, al final de este reinado, un gran desorden popular y una desorganización política.
Los faraones de las cuatro últimas dinastías del Reino Antiguo nada pudieron hacer para remediar el caos en que había caído el imperio. A este período se le llama Primer Período Intermedio (2.200-2.040 a.C.) y dejó como legado un gran número de textos literarios que manifiestan la desesperanza con que los egipcios veían el trastorno de su mundo, antes estable y ordenado.
Imperio o Reino Medio (2.040-1.786 a.C.)
Después de una larga etapa de confusión y guerra civil, hacia el 2.000 a.C. vino la salvación de Egipto de manos de la XI dinastía, originaria de Tebas. Esta dinastía marcó uno de los momentos de mayor esplendor del Egipto Antiguo y contó con importantes faraones, como Amenemhet I, Sen-Usret I, Amenemhet II, Sen-Usret II y Amenemhet III. Todos ellos llevaron a cabo victoriosas campañas militares y condujeron al pueblo egipcio a su edad de oro.
En la XIII dinastía se produjo la desintegración del Estado, lo que provocó que, hacia la XIV dinastía, los hicsos invadieran Egipto. Los faraones de la XVII dinastía de Tebas, conocidos como tebanos, emprendieron la reconquista y lograron vencer a este pueblo invasor. El período entre las dinastías XIII y XVII se denomina Segundo Período Intermedio (1.786-1.567 a.C).
Imperio o Reino Nuevo (1.567-1.085 a.C.)
Ahmosis I, de la dinastía XVIII, logró expulsar definitivamente de Egipto a los hicsos y pudo restablecer el gobierno. Sus sucesores, Amenofis I y Tutmosis I, lograron extender las fronteras del imperio e iniciaron una nueva época de esplendor. Luego vino un período de confusión que terminó con el gobierno de Tutmosis III, que llevó el dominio egipcio hasta el río Eufrates. Egipto se convertía, así, en el imperio más importante de Oriente.
Durante los dos reinados siguientes se vivió una época de paz. Amenofis IV llevó a cabo una reforma religiosa que consagraba a Atón como único dios y por ello trasladó la capital a la ciudad de Aketatón. Su sucesor, Tutankamón, se vio obligado a restablecer el culto tradicional porque los sacerdotes de Amón y el pueblo se opusieron a la reforma anterior. Con Ramsés II, la ciudad de Tebas alcanzó una gran prosperidad y representó el último gran momento de Egipto.
Menefta, de la dinastía XIX, se enfrentó a los libios y a los pueblos del mar (pueblos de Asia Menor y los aqueos) que amenazaban a Egipto. Ramsés III logró rechazar a estos pueblos y mantener la paz por algunos años, pero el imperio ya estaba debilitado y había perdido su influencia en el Cercano Oriente.
Decadencia del imperio o Tercer Período Intermedio
Con el reinado de Sheshonq I, de la dinastía XXII, el imperio quedó dividido y fue ocupado por distintos pueblos, entre ellos libios, etíopes y asirios. En el siglo VI a.C. se producen los primeros signos de recuperación cuando Psamético I, de la dinastía XXVI, logró expulsar del territorio a las tropas asirias que habían permanecido allí por casi veinte años.
En los siglos siguientes, entre guerras, invasiones, nuevas ciudades, luchas por el poder, gobernaron o tuvieron grandes influencias en Egipto los pueblos caldeo, judío y persa.
Con esta última invasión, los egipcios perdieron su independencia definitiva (la que recobrarían solo en el siglo XX, en 1922 d.C.). Con la conquista de Alejandro Magno y luego la invasión romana, Egipto volvería a ocupar un lugar central en Oriente y en el Mediterráneo.
La fertilidad del Nilo
El río Nilo nace en los lagos Victoria, Alberto y Eduardo, ubicados en el centro de Africa, y corre con orientación sur-norte. Egipto se desarrolló en la parte que se extiende desde la primera catarata hasta la desembocadura, con una extensión de unos mil kilómetros. En esta zona las precipitaciones son escasas, pero el Nilo proporciona el agua que convierte al valle en un fértil oasis y sin la cual no habría existido la civilización egipcia. Año a año, entre junio y octubre, el clima tropical provoca abundantes lluvias y deshielos desde las montañas, lo que hace aumentar enormemente el caudal del Nilo. En estas crecidas las aguas cubren las tierras y depositan un barro que actúa como fertilizante, conocido como légamo, fundamental para la agricultura.
¿Sabías que?
Durante el Imperio Nuevo gobernó por más de veinte años una mujer faraón, llamada Hatshepsut, hija del faraón Tutmosis I.