El conocimiento de la prehistoria ha sido sumamente difícil, ya que como la escritura solo surgió a fines del cuarto milenio antes de Cristo, no hay registros de épocas anteriores. Por esto, los investigadores se han basado exclusivamente en fuentes arqueológicas; es decir, en el estudio de los escasos restos materiales de las sociedades prehistóricas: armas y útiles de piedra y hueso, pinturas y objetos artísticos, piezas de cerámica, huesos de animales o de hombres, la forma de enterrar a sus muertos, etc.
Para conocer la edad o antigüedad de los restos se utiliza el método estratigráfico, que consiste en el estudio de los estratos (capas o niveles) del terreno en los que aparecen los restos, cuya edad se conoce a través de la estructura geológica -composición de la tierra- y del yacimiento -disposición de cada uno de los estratos.
También se efectúa un estudio evolutivo de los objetos y un análisis físico con elementos radiactivos, como el carbono 14, el flúor, los pares de potasio-argón, torio-iridio, etc.
Organizando el pasado
Para ordenar el proceso evolutivo del hombre durante tantos miles de años, se han establecido períodos o etapas dentro de la prehistoria, en base a las costumbres y conocimientos existentes en cada momento.
La división tradicional de la prehistoria, definida por John Lubbock y Christian Jürgensen Thomsen, describe las etapas sucesivas del Paleolítico o Edad de la Piedra Tallada, Neolítico o Edad de la Piedra Pulimentada y la Edad de los Metales -cobre, bronce y hierro.
Otros criterios de periodificación son el de Lewis Henry Morgan, que denominó Salvajismo al Paleolítico, Barbarie al Neolítico, Calcolítico a la Edad del cobre y Civilización a la Edad del bronce antiguo; y el de Vere Gordon Childe, que distinguió entre el Salvajismo (Paleolítico), Revolución agrícola (Neolítico) y Revolución urbana (Edad de los metales).