En esta zona se desarrollaron las civilizaciones de la Antigüedad más fecundas en invenciones, que han perdurado hasta nuestros días. Algunas de las creaciones que debemos a estos pueblos son la escritura cuneiforme, la moneda, la rueda, el arado, el correo postal, el sistema numérico sexagesimal y el primer código legal. También comenzaron con el desarrollo de la astronomía y la metalurgia.
Cabe destacar que este legado cultural fue la base de las siguientes civilizaciones, la griega y la romana, y también de lo que somos hoy.
Los sumerios: la primera civilización
Durante el cuarto milenio a.C. se instalaron en el sur de esta región los sumerios, pueblo que se piensa es originario de Asia Central. Los sumerios se caracterizaron por su inteligencia y laboriosidad, dando a Mesopotamia el merecido nombre de cuna de la civilización.
Fueron capaces de controlar las inundaciones anuales que se producían por los deshielos, secando los pantanos y construyendo canales de regadío para mantener irrigados sus fértiles campos. Se organizaron en ciudades-estados, que funcionaban independientes y que competían por conseguir la hegemonía sobre las demás. Una de las ciudades más importantes fue Ur que fue descubierta por Sir Leonard Woolley, en 1930 (siglo XX).
Sin embargo, la creación de la escritura cuneiforme (hacia el 3.200 a.C.) significó un avance decisivo para los sumerios y las primeras civilizaciones, marcando, además, el término de la Prehistoria y el inicio de la Historia.
El pueblo sumerio desarrolló una notable actividad económica basada, en un principio, en el trueque, que consistía en el intercambio de bienes de acuerdo con las necesidades de las partes. Sin embargo, con el tiempo el trueque se hizo ineficiente, y para realizar sus intercambios empezaron a usar lingotes de oro con sello real, creando el concepto de moneda.
También inventaron un sistema de pesos y medidas, cuya unidad para el peso era el talento, y el pie y la docena para las medidas. La medición matemática del tiempo se fundamentó en el sistema sexagesimal (basado en el número 12). Así, nuestra costumbre de dividir la circunferencia en 360º y la hora en 60 minutos y el minuto en 60 segundos se la debemos a los sumerios.
También heredamos de este pueblo otras de sus invenciones, tales como la rueda, el ladrillo, el arado y los arreos.
En honor a sus dioses construyeron monumentales torres de ladrillo, llamados zigurats, los que también fueron aprovechados como observatorios astronómicos. De hecho, los sumerios fueron los primeros astrónomos y astrólogos de la historia.
Los sumerios igualmente fueron autores de una valiosa literatura, en la que sobresalen relatos sobre la Creación y la famosa Epopeya de Gilgamesh.
Los acadios
La prosperidad de los sumerios atrajo a diversos pueblos nómades. Desde la península arábiga, las tribus semitas (árabes, hebreos y sirios) invadieron constantemente la región mesopotámica a partir del 2.500 a.C., hasta que establecieron su dominio definitivo.
Bajo el reinado semita de Sargón (alrededor del 2.300 a.C.) se logró unificar las ciudades-estados sumerias y se fundó la ciudad de Accad, cuyo nombre se hizo extensivo a toda la región. Este rey logró ampliar su poder hasta el Mediterráneo y Turquía, instaurando el primer imperio de la historia. Este imperio decayó tras las invasiones de los guti y los amoritas o amurru, procedentes del norte.
El reino de Hammurabi
Hacia el 2.000 a.C. nuevas oleadas amoritas pusieron fin a la tercera dinastía de Ur y sentaron su capital en la ciudad de Babilonia, que fue el nombre que también se aplicó a los territorios ocupados por los antiguos reinos sumerios y acadios.
Este pueblo instauró una dinastía que duró alrededor de 300 años, la I dinastía, y fue a la cual perteneció Hammurabi. Este rey logró unificar Babilonia y organizarla política y religiosamente. Además, la convirtió en el primer centro comercial de Asia occidental.
Pero lo que realmente lo hizo importante fue la elaboración del primer código de leyes escritas en la historia de la Humanidad.
Un pueblo indomable: los asirios
Hacia el 1.250 a.C. se establecieron en el norte de Babilonia los asirios, quienes tomaron el control de todo el país. Sus ciudades más importantes fueron Assur y Nínive, y entre sus monarcas más ilustres destacaron: Assurnasirpal, Assurbanipal, Salmanasar III, Sargón II y Senaquerib.
Los asirios eran guerreros por naturaleza y crueles por vocación. Cada vez que invadían un nuevo pueblo, destruían las ciudades, se apoderaban de sus tesoros, tomaban prisioneros y sometían a los más crudos suplicios a sus enemigos.
El mayor esplendor del imperio asirio ocurrió cerca del 700 a.C., cuando sus territorios comprendían desde Armenia hasta Egipto, y desde el Asia Menor hasta Irán y el Golfo Pérsico por el sur.
El último de los grandes emperadores asirios fue Assurbanipal, quien fomentó las artes y letras y construyó grandes templos y palacios. Sin embargo, un imperio como el asirio, cuyo poder se basaba en el terror y la opresión, no podía durar para siempre.
Y es así que babilónicos y medos se aliaron y entraron a Asiria desde la meseta de Irán, y finalmente, en el año 612 a.C. tomaron e incendiaron Nínive.
Los neobabilónicos
Babilonia resurgió con los caldeos, otra tribu semita, cuando fue refundada por su rey Nabopolasar, a fines del siglo VII. Su hijo, Nabucodonosor II «el grande», fue su sucesor y es considerado uno de los reyes babilónicos más importantes, pues sus dominios llegaron desde Mesopotamia hasta Siria y la costa del Mediterráneo.
Bajo su reinado se reconstruyó y embelleció Babilonia. Además, se realizaron grandes conquistas, como la de Egipto, la de los territorios de Arabia y la destrucción de Jerusalén.
Pero el nuevo apogeo de Babilonia duró muy poco, porque todos los reyes que sucedieron a Nabucodonosor II no fueron capaces de salvaguardar la grandeza de su legado. En el año 539 a.C., el rey persa Ciro, el nuevo rey de Asia, ocupó Babilonia y estableció su poder en toda Mesopotamia.
Nuevos invasores
Los persas dominaron hasta el siglo IV a.C. y fueron más generosos que los asirios, pues no destruyeron ciudades y mantuvieron a Babilonia como una de las provincias más poderosas del imperio persa. Ciro respetó las costumbres y creencias no solo del pueblo babilónico, sino de todos los pueblos que conquistó.
Si bien Ciro fue un gran conquistador, el constructor del imperio persa fue Darío, «el gran rey», quien lo organizó quince años después de la muerte de Ciro. Los reyes que sucedieron a Darío llevaron una vida de opulencia que nada tenía que ver con sus antecesores, lo que los llevó a la decadencia.
Fue así como los macedonios, al mando de Alejandro Magno (331 a.C.), conquistaron para sí todo el imperio persa.
Con el tiempo, la cultura mesopotámica comenzó un lento ocaso y su territorio fue ocupado por numerosos pueblos, como los partos, los romanos y los árabes.
Nace la escritura
Aun antes de los egipcios, los sumerios inventaron un tipo de escritura que se conoce como cuneiforme, porque sus signos adquirían la forma de la cuña o clavo (cuneus) con la que se escribían.
Esta escritura, en un principio, tuvo un sentido ideográfico (representaba ideas), pero posteriormente evolucionó para adquirir características fonográficas, es decir, complejos sonidos que equivalían a sílabas.
La escritura cuneiforme se generalizó y fue empleada por diversos pueblos y regiones, como Siria, Palestina, Asia Menor y Persia. Una simplificación de esta dio origen más tarde al alfabeto fenicio, del que, a su vez, derivan los actuales. El profesor alemán Georg Grotefend realizó un minucioso estudio de este tipo de textos y consiguió, en 1802, descifrar esta escritura, gracias a lo cual se han podido conocer detalles de las civilizaciones mesopotámicas.
El primer código
Código de Hammurabi es el nombre del conjunto de leyes escritas más antiguo. Conocido por su famosa sentencia “ojo por ojo, diente por diente”, fue ideado unificando las leyes existentes, las que fueron compiladas en 282 artículos.
Fue escrito en lengua semita y quedó registrado en un bloque de piedra diorita descubierto en 1902. Era muy estricto y abundaban los castigos físicos. Algunos delitos menores, como el hurto y el adulterio, eran castigados con la pena de muerte.
También se hacían diferencias en los castigos; es decir, las condenas para una misma falta no eran iguales para un esclavo que para un noble. Algunas sentencias de este código son: si un ciudadano acusa a otro de homicidio, pero no puede probarlo, el acusador deberá morir; o si un niño le pega a su padre, a ese niño se le cortarán las manos.