Las luchas de los pueblos indígenas americanos contra los conquistadores españoles evidencian que los mapuches fueron, sin dudas, los que opusieron mayor resistencia. El costo para los invasores en la guerra de Arauco fue muy alto, tanto en recursos humanos como materiales.
La celebridad combativa de los mapuches adquirió renombre mundial al extremo de que en España, Chile era conocido como el «cementerio de los españoles».
El cronista español Diego de Rosales afirma que entre 1603 y 1674 murieron más de 42 mil españoles y se gastaron 37 millones de pesos en la guerra contra los indígenas.
La disputa comenzó con el combate de Reinowelen a fines de 1536. Los mapuches al mando del toki Pisero derrotaron a las tropas españolas conducidas por Diego de Almagro.
Al principio, la guerra de Arauco se desarrolló en la zona oriental de la cordillera de Nahuelbuta, entre Toltén y el Itata. Más tarde, se extendió desde Osorno a Chillan. Sólo una vez estuvo cerca de Santiago, aunque algunas batallas se dieron incluso más al norte.
La guerra de Arauco para los hispanos tenía el objetivo de conquistar a sangre y fuego el territorio en que habitaba el pueblo mapuche para efectuar el despojo, el subyugamiento, el reparto de la tierra y proveerse de mano de obra.
Para los mapuches en cambio, se trataba de una guerra de resistencia y liberación. Los historiadores ponen énfasis en que al término de ella, el pueblo mapuche conservó intacto su territorio y su organización económico-social. Esta sólo fue alterada en el llamado proceso de «Pacificación de la Araucanía«, más tarde.
Tácticas en la guerra de Arauco
Los mapuches fueron cambiando sus tácticas bélicas en el transcurso de la guerra de Arauco.
Al principio optaron por la guerra frontal, atacando de frente, en grandes masas y en tropel. En vista que las pérdidas fueron altas debido a los arcabuces españoles, empezaron a realizar ataques sorpresivos.
Se intentaba producir la mayor cantidad de bajas al enemigo, además de destruir sus instalaciones y capturar sus armas. Los ataques, más tarde, se hacían con el objeto de dispersar las fuerzas españolas, creando varios focos simultáneos y obligando al enemigo a desplazarse en distintas direcciones.
Famosos eran «las malongas», ataques rápidos y fulminantes, para destruir instalaciones del enemigo y capturar caballos y armas. Los españoles hacían lo mismo: eran «los malones», como réplica a la acción de los mapuches.
Aprendieron a derribar a los jinetes españoles empleando macanas y lazos, construyeron trampas para los caballos del enemigo y emplearon toda clase de engaños, como simular un ataque por el norte y atacar por el sur.